A todos los mexicanos: La movilización sin precedentes de miles de mujeres en todo el país y el paro de actividades, domingo y lunes pasados, marca un parteaguas en la relación sociedad-poder que no tendrá reversa.
La reivindicación por la igualdad, justicia y reconocimiento pleno de nuestros derechos como mujeres, pero sobre todo la demanda de erradicar la violencia y el feminicidio es una expresión contundente de cómo los estados de ánimo se han convertido en auténticos estados de opinión y el efecto que ello tiene para la toma de decisiones.
México, afortunadamente, ya es visto como un referente histórico internacional, por el nivel de la convocatoria lograda para que miles de mujeres rompieran el silencio, que hiciéramos posible aglutinar al unísono una exigencia inaplazable, ocupáramos los espacios públicos y mandáramos un mensaje contundente a la sociedad.
Sin embargo, debemos de tener claro que la lucha apenas comienza y que, para lograr resultados efectivos, tangibles, que estén a la altura de la indignación y el reclamo expuestos, es necesario una serie de premisas que no admiten improvisación, sino todo lo contrario.
Diversos estudiosos de los movimientos sociales plantean que el éxito de este tipo de convocatorias, que se sustentan en la revolución de las conciencias, debe contar con tres elementos determinantes: objetivo, articulación y organización.
Ese es el desafío que tenemos como mujeres, darle continuidad, fuerza, cohesión y sentido a una movilización que tardó decenas de años en llegar, pero que, al estar aquí, presente, con un gran respaldo de la sociedad, que también forma parte del agravio histórico, requiere mucha estrategia, sensibilidad y, ante todo, claridad.
Mujeres de todas las edades, desde menores hasta adultas, participaron con el puño en alto en la marcha del domingo en las principales plazas del país. Su indignación es un justo reclamo que debemos entender en toda su dimensión.
En la Ciudad de México el color morado, alusivo al movimiento contra la violencia de género y por los derechos de igualdad de la mujer, se hizo presente con una fuerza icónica y las consignas cimbraron conciencias dentro y fuera de los espacios de toma de decisiones.
Empero, más allá de la efervescencia y la pasión, está la necesidad de darle sentido a la movilización histórica y encauzar el justo reclamo por justicia para las mujeres en acciones de cambio. ¿Qué queremos lograr?
En un ensayo sobre los movimientos sociales, el investigador de la Universidad de Amsterdam, Antoni Verger, plantea que muchas expresiones de descontento y reivindicación social que se presentan en el mundo se quedan a un nivel de impacto simbólico, en donde lo más que logran es exponer de cara a la sociedad, instituciones y tomadores de decisiones, una problemática determinada. Pero de ahí no pasa,
Se torna complejo medir el nivel de incidencia de ese tipo de movimientos sociales precisamente porque no logran una articulación y organización esenciales para causar un impacto de fondo, de mediano y largo alcance.
Steven Lukes (2005), en un texto de obligada lectura para quienes buscan entender las movilizaciones sociales, señala que si los líderes o sectores que logran aglutinar demandas y traducirlas en movilizaciones no consideran los factores de poder a los que se enfrentan, no logran entender a los sectores con los que se involucran y no logran una verdadera integración con actores convergentes, más allá de los medios de comunicación, difícilmente lograrán trascender el impacto simbólico.
No es el caso de lo que se vive hoy en México, pero es necesario que el movimiento en contra de la violencia de género y el feminicidio defina perfectamente cuáles son los objetivos; plantee una verdadera articulación que involucre a más sectores; que no se genere una división de la sociedad o propicie campañas de odio en contra de nadie: clarificar estrategias.
Como mujeres hemos dado un paso histórico, no hay la menor duda. Estamos en el momento crucial para encauzar esa injusticia histórica en acciones para beneficio de la sociedad.
El estado de ánimo que hemos logrado convertir en un estado de opinión debe dejar atrás siglas, membretes, ideologías y fobias, y caminar, todas juntas, para provocar los cambios a leyes, códigos, normas y procedimientos que hagan posible que nuestras abuelas, madres, esposas, hermanas, hijas, sobrinas, ahijadas, nietas, amigas, vecinas, compañeras, parejas, todas, estemos libres de violencia, para bien de la sociedad.
Activista y directora del Fondo
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CDMX. @LaraPaola1
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