Cientos de puños levantados llevaban un paliacate morado o verde, simbolizando la lucha que defendían. Pero todo estaba en silencio, un silencio sepulcral igual al que han tenido todas aquellas que murieron violentadas por hombres conocidos o desconocidos por ellas.
Un minuto de silencio fue suficiente para recordarlas, más no para terminar la lista interminable de mujeres asesinadas o desaparecidas.
Fátima, Alejandra, Isabel, Ingrid, Mireya, Valeria, Mariana, Dafne… la lista es larga y es imposible que en tan solo un minuto se pueda enlistar el nombre de las más de tres mil mujeres que murieron o desaparecieron en el último año.
Sin embargo es suficiente para recordarlas y para exigir justicia para cada una de ellas. Por eso, después de ese minuto de silencio, se escuchó un grito de justicia que cimbró los edificios del Centro Histórico.
Hartas del acoso y la violencia que a diario viven, 80 mil mujeres tomaron las calles de la Ciudad de México para demostrar que a este movimiento nada lo va a parar.
Lo que comenzó hace unos meses con la demanda de no más mujeres asesinadas, hoy es una exigencia al gobierno para garantizar la seguridad de todas y la justicia para las que ya no están.
Pero también es un grito a los hombres para que dejen de acosarlas, violarlas y abusarlas de forma emocional, económica y laboral, pues eso también es violencia.
A cada paso decenas de ellas se sumaron al contingente que avanzó del Monumento a la Revolución hasta el Zócalo. Mientras tanto, otras las miraban con asombro y las menos, con desprecio.
Porque sí, todavía hay mujeres que no creen en el movimiento como una forma de exigir protección, justicia y respeto. Todavía quedan muchas que aseguran que esas mujeres no las representan porque no es necesario hacer “tanto alboroto”.
Son esas mujeres que no creen que los derechos de los que hoy disfrutan los ganaron otras mujeres que también salieron a las calles, que también marcharon, rayaron paredes y se rebelaron contra un sistema que minimizaba su labor.
Son ellas las que no creen que una movilización en la que se demostró la unidad y la sororidad debe tener un efecto para eliminar la violencia que hoy padecen todas, incluyéndolas a ellas.
Y sin embargo, todas aquellas que este domingo marcharon para exigir respeto, para demandar seguridad y el reconocimiento a todas las mujeres del país, son las que saldrán a buscarlas.
Porque esto no es de buenos contra malos, no es de locas feminazis ni de histéricas sin nada de hacer que quieren descansar un día.
Se trata de mujeres conscientes que quieren salir a las calles sin temor, que quieren que sus parejas las respeten y sus jefes reconozcan su trabajo.
Y que todo lo que logren sea para que las generaciones que vienen disfruten de los logros de esta lucha, no para que sigan llorando por sus madres, sus amigas o familiares desaparecidas. Por eso salieron a las calles, por eso marcharon, y por eso seguirán marchando en los siguientes días, hasta que pare la violencia contra todas las mujeres del país.
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