Hace un mes, en este espacio, hice el siguiente pronóstico: “Si la tendencia se mantiene en los días finales del mes, marzo cerraría con un total de 3,069 a 3,193 víctimas. Es decir, tal vez estemos muy cerca o rebasemos el pico alcanzado en julio de 2018.”
Desgraciadamente, no me equivoqué. Hace dos días, el SESNSP dio a conocer las cifras de incidencia delictiva correspondiente al mes de marzo. El total acumulado de víctimas de homicidio doloso y feminicidio fue 3,078, dentro del rango previsto. Seguimos, como desde hace dos años, rebotando en torno a 3 mil víctimas por mes.
En abril, los datos apuntan a ser un poco peores. En la cuenta diaria que lleva la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), llevábamos hasta ayer un promedio diario de 85.9 víctimas. Si se mantiene esa tendencia, vamos a cerrar el mes con un total de 3,104 a 3,221 víctimas de homicidio doloso y feminicidio en el conteo del SESNSP.
Esto no deja de ser paradójico. Al fin y al cabo, estamos en una pandemia, con actividad restringida y una buena parte de la población confinada en casa. En teoría, esas condiciones deberían producir una disminución sustancial de los delitos violentos cometidos en el espacio público.
Eso ha sucedido en otros países. En Nueva York, por ejemplo, hubo una reducción de 25% en el número de homicidios en las dos semanas que siguieron al inicio del confinamiento. En El Salvador, se han registrado varios días sin homicidios desde el inicio de la crisis sanitaria.
¿Por qué no hemos visto caídas similares en México? No tengo una explicación muy convincente, pero van algunas hipótesis:
1. Las medidas de confinamiento en México han sido poco estrictas. Salvo en un par de estados, no se han impuesto restricciones efectivas a la movilidad de las personas. Múltiples sectores económicos no esenciales siguen funcionando con cierta normalidad. En esas circunstancias, no es extraño que el impacto sobre el delito violento sea casi inexistente.
2. Las personas que se pueden quedar en casa no están entre los grupos sociales más expuestos a ser asesinados. En México, el homicidio es un fenómeno que se ensaña sobre personas jóvenes, pobres y con bajos niveles de instrucción formal. Es decir, se ubican mayoritariamente en los segmentos sociales que no puede hacer “home office” y que tiene que salir a calle a ganarse el sustento diario. Por tanto, siguen tan expuestos como antes de la pandemia.
3. Tal vez haya habido un incremento de homicidios dentro de los hogares. Sabemos, por llamadas al 911, que ha habido un incremento de casos de violencia intrafamilar. No es impensable que un buen número de esos incidentes haya culminado en violencia letal.
4. Impunidad mata pandemia. La gente sigue matando porque puede y porque, salvo en contadas excepciones, no va a pagar por quitarle la vida a otra persona. Dado eso, la violencia sigue imparable, aunque haya menos personas en la calle.
Cualquiera que sea la explicación, es muy mala noticia que la violencia persista aún en las condiciones excepcionales creadas por la pandemia. Sugiere que la situación puede empeorar una vez que recobremos cierta normalidad, pero en medio de una terrible crisis económica. Si es el caso, es posible que nos tengamos que seguir quedando en casa, pero para no recibir una lluvia de plomo.
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