Autor: Raúl Rodríguez Cortés
La noticia es que el T-MEC fue reabierto a la negociación no obstante que ya es un tratado firmado por los gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá. La parte negociadora mexicana concedió la reapertura presionada, acaso, por el ya cercano vencimiento del plazo políticamente correcto para su aprobación legislativa en Washington y Ottawa.
El subsecretario para América del Norte, Jesús Seade,
trató de endulzar la información. “Sí hay propuestas concretas, todas ya
discutidas para adelante y para atrás, para arriba y para abajo, pero hay que
analizarlas con cuidado…”, declaró desde Washington luego de reunirse el
miércoles con el representante comercial estadounidense, Robert Lighthizer y la
ministra canadiense de Exteriores, Chrystia Freeland. Después viajó a Montreal
donde hoy continuará la renegociación.
¿Qué no era el T-MEC un acuerdo ya cerrado y firmado, del que solo faltaba la
aprobación legislativa de Estados Unidos y Canadá? ¿Qué no había recibido ya el
aval del Senado mexicano en una sesión de 17 minutos? ¿Fue informado nuestro
Senado de estas nuevas negociaciones y de las propuestas que Seade recibió y
dijo que analizará con cuidado?
Son al menos tres los temas reabiertos a la negociación: propiedad intelectual,
economía digital y el capítulo laboral, éste último el más sensible de los tres
en términos políticos.
Al parecer, los negociadores del gobierno mexicano, con Seade a la cabeza, no
le informaron a AMLO de toda la película, y su
secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde Luján,
no hizo la tarea tiempo. Ambos vacíos abrieron la puerta a que los
representantes demócratas estadounidenses insistieran que se autorice a
inspectores del país vecino para que certifiquen en México el cumplimiento de
los cambios laborales contenidos en el tratado. ¿Cuáles específicamente? El de
libertad sindical y el de justicia laboral.
En el anexo 23 del T-MEC, México se comprometió a tener listos esos cambios a
más tardar el 31 de diciembre de 2018. Incumplió. Las reformas a la Ley Federal del Trabajo se aprobaron hasta
mayo de este año. Por falta de recursos en el Poder Judicial, consecuencia de
las medidas de austeridad, el gobierno tardó mucho en eliminar las Juntas
Locales de Conciliación y Arbitraje para crear el nuevo Tribunal de Justicia
Laboral.
Así las cosas, han empezado a transcurrir ocho días cruciales para México. En
términos políticos, el reloj marcaba como plazo ayer, día de Acción de Gracias
en Estados Unidos, para que la Cámara de Representantes de ese país diera
señales de que se encaminaba a la ratificación legislativa del T-MEC. La realidad es que Donald Trump ni siquiera les ha enviado la carta
en la que debe solicitarlo. Y en términos jurídicos, el plazo vence el próximo
viernes 6 de diciembre cuando concluye la agenda legislativa estadounidense del
año. Pensar que algo pueda hacerse en enero de 2020 se antoja demasiado
optimista, pues es justo cuando empiezan las elecciones presidenciales
primarias.
¿Dónde están en esto el jefe de la Jucopo del Senado Ricardo Monreal o el
presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, Héctor Vasconcelos? ¿Dónde
la oposición política de Mauricio Kuri, Miguel Ángel Osorio, Dante Delgado o Miguel
Ángel Mancera? ¿No la vieron venir cuando el pasado 31 de octubre recibieron la
visita de una comisión de representantes estadounidenses que plantearon la
reapertura del capítulo laboral?
México le ha apostado a
la ratificación del T-MEC como una urgentemente necesaria señal de certidumbre
que le dé cauce de éxito a planes como el recién anunciado de infraestructura
para detonar inversión y crecimiento.
Por lo visto, nuestras omisiones en el proceso, nos han colocado en una
posición de desventaja, agravada ahora por la coyuntural amenaza de Trump de
considerar terroristas a los cárteles de la droga para justificar
eventuales intervenciones militares quirúrgicas en nuestro territorio.
Con todo esto, ¿volverán a ponernos de rodillas como ocurrió con la amenaza de
aplicar aranceles si no frenábamos la migración centroamericana? Lo peor es que
al cuarto para la hora se vale de todo, más cuando se juntan el hambre y la
necesidad. Muy grave. Y muy triste.