Autor: Enrique Quintana
Tiene toda la razón el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, cuando afirma que un posible retraso en la ratificación del tratado comercial México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), no impactará en el crecimiento del 2020.
Si la ratificación ocurre en enero, entonces lo más probable es que el efecto positivo que ésta pueda tener será equiparable a una ratificación realizada en este mes.
Sin embargo, si lo que hubiera fuera la suspensión de la ratificación hasta el 2021, luego de las elecciones del próximo año en Estados Unidos, entonces creo que sí habría un impacto en la economía, sobre todo el impacto subjetivo que el hecho tendría.
Le he comentado en este espacio que aunque no tengamos un nuevo tratado, seguiría vigente el TLCAN, que seguiría siendo el esquema normativo para las relaciones comerciales y de inversión entre México, Estados Unidos y Canadá, como lo ha sido desde 1994.
Sin embargo, una de las apuestas del gobierno para reactivar la inversión en 2020 es contar con la certidumbre que ofrece un nuevo tratado comercial comercial ratificado.
Los eventos de esta semana han evidenciado que existe un riesgo real de que el Congreso norteamericano no ratifique el documento, salvo que nuestro país acepte la verificación por parte de extranjeros del cumplimiento de la normatividad laboral.
La posición mexicana, ratificada ayer por el presidente de la República durante su comida con el Consejo Mexicano de Negocios, es que nuestro país no aceptará esa intervención.
Si no cambiara la actitud de los legisladores demócratas, entonces, simple y sencillamente no habría ratificación del tratado, ni en este mes ni tampoco en enero.
Esta semana hubo más de una ocasión para cambiar la narrativa.
Hubo la oportunidad de explicar que, a pesar de que el nuevo tratado no entre en vigor, la existencia del TLCAN asegura que México tiene el marco legal adecuado para establecer su relación comercial con Estados Unidos.
No se hizo así.
Tal vez el gobierno no ha percibido la importancia que las narrativas económicas tienen en la construcción de las expectativas.
Nunca se ha reconocido la importancia estratégica que tuvo para México el TLCAN. Más bien, de vez en vez, se desliza que fue parte de la etapa neoliberal. Entonces, no se defiende un instrumento jurídico que podría ser vital para México hoy.
Y, al mismo tiempo, se habla con frecuencia del auge de inversiones que traería la ratificación del nuevo acuerdo. Así que, puede interpretarse, en sentido opuesto, que la no ratificación, bien podría tener un impacto altamente negativo en la inversión.
La realidad es que el TLCAN es un muy buen tratado. En algunos aspectos, mejor incluso que el T-MEC.
Pero lo que hoy cuenta más no son los hechos sino las percepciones.
Y, a mi parecer no se hizo el trabajo correcto para construir esas percepciones, por la aversión por parte del presidente de reconocer lo positivo del llamado periodo neoliberal.
Ayer, el secretario Herrera hizo algo positivo, cuando afirmó que el retraso no nos afectaría.
Pero, hay que ir más allá y señalar los méritos de un tratado con el que quizás nos quedemos por un buen tiempo. ¿Será posible?
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