Autor: Enrique Quintana
Aunque aún falta conocer el texto preciso del ‘Protocolo de Enmienda’ del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), con lo revelado ayer ya se puede hacer un balance de las implicaciones del resultado.
Será positivo para México este acuerdo.
El efecto más importante es la generación de certidumbre para los próximos años.
Un escenario posible es que Donald Trump permanezca en la presidencia de los Estados Unidos hasta 2024. No es un hecho seguro, pero es una probabilidad que no es remota.
El nuevo tratado blinda a México de los impulsos proteccionistas del presidente de los Estados Unidos, que han afectado prácticamente a todo el mundo y han redefinido en buena medida la dinámica económica global.
El que tengamos un tratado respaldado por el actual presidente de los Estados Unidos y avalado por el Partido Demócrata, ofrece un marco de certidumbre para los próximos años, indispensable para que una gran cantidad de inversiones aterricen en México.
Pueden tratarse de inversiones de empresas globales o bien de empresas nacionales aprovechando la gran plataforma que representa México.
Había diversos proyectos que estaban a la espera de tener las reglas claras.
Es de esperarse que a partir de mañana… y de hecho, más bien a partir de enero, diversos proyectos que estaban a la espera de definición, comiencen su ‘aterrizaje’ en México.
Eso no quita que algunos sectores pudieran pagar un cierto precio.
Por ejemplo, una de las principales industrias manufactureras de México, el sector del automóvil, podría tener un cierto costo por los cambios de última hora en materia de acero y aluminio. Sin embargo, este hecho no se equipara a las ventajas que dará la certidumbre de tener acceso al mercado norteamericano sin el riesgo de que le impongan aranceles.
Otro sector afectado es el de los medicamentos biotecnológicos. Algunas empresas han invertido sobre la base de la protección de la propiedad intelectual por un periodo de 10 años. Al desaparecer este lapso, puede haber desinversiones en el sector ante un cambio importante en las reglas del juego.
Y quizás el ámbito en donde hubo más controversia y existe mayor riesgo es en el tema laboral.
Sin embargo, si México cumple con las normas que se aprobaron en la reforma laboral, en realidad no debiera haber ningún problema.
Aquí hay que subrayar que a veces el sector empresarial cuestiona reglas que le pueden imponer un más estricto cumplimiento de la ley, porque está acostumbrado –en muchos casos– a saltársela. No nos hagamos.
Pero también hay que decir, que con las nuevas reglas, las violaciones a la legislación laboral podrían ser usadas por Estados Unidos y Canadá para promover sanciones comerciales.
Es un nuevo juego y hay que asumirlo.
En suma, es claro que hay costos que habrá que pagar. Algunos generalizados y otros concentrados en algunos sectores.
Sin embargo, cuando se ponen los pros y los contras en la balanza, me parece que no hay ninguna duda de que México sale ganando –en este entorno específico y no en un terreno abstracto– con la ratificación del acuerdo.
Pero, cuidado, eso no significa que en automático vayan a llegar las inversiones. Para sacarle jugo al nuevo tratado todavía hay cosas que nos hacen falta.