Autor: Juan Ramón de la Fuente
El valor de las lenguas indígenas, de las lenguas originarias, es incalculable y, en efecto, como reza el poema que nos legara el gran tlamatini Miguel León Portilla, cuando se extingue una lengua la humanidad empobrece. Se cierra una ventana, una puerta, un asomarse distinto a las cosas divinas y humanas, a cuanto es ser y vida en la tierra. Desaparece una cosmovisión. Es una tragedia que ocurre, en promedio, cada dos semanas y, casi siempre, pasa inadvertida. Qué tristeza.
En México hay 68 lenguas indígenas con 364 variantes lingüísticas. Somos una verdadera potencia lingüística. Uno de cada cinco de nosotras y nosotros, mexicanos todos, se reconoce como parte de un pueblo originario. Más de 7 millones de personas habla alguna de las lenguas indígenas nacionales. Nuestra riqueza cultural es impensable sin esta diversidad.
Acaba de concluir en la ONU el Año Internacional de Lenguas Indígenas. Como era natural, México desplegó una intensa actividad. Encabezó el Grupo de Amigos de los Pueblos Indígenas en el que participaron 20 estados miembros de América Latina y el Caribe, por supuesto, pero también países nórdicos, de Europa y de Asia-Pacífico. Estuvieron presentes el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas y el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas.
La Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas establece que “los pueblos indígenas tienen derecho a revitalizar, utilizar, fomentar y transmitir a las generaciones futuras sus historias, idiomas, tradiciones orales, filosofías, sistemas de escritura y literaturas, así como a atribuir nombres a sus comunidades, lugares y personas, y a mantenerlos”. Un año era, a todas luces, insuficiente. Apenas sirvió para visibilizar un poco más el problema.
Sin embargo, fue muy útil para inducir algunas acciones iniciales y sembrar compromisos de mediano y de largo plazo. Fue así como se aprobó, por unanimidad, la proclamación del Decenio de las Lenguas Indígenas para los años 2022-2032. Bolivia y Ecuador facilitaron la resolución. Hicieron un gran trabajo, junto con la UNESCO, artífice del proyecto.
Actualmente se estima que existen en el mundo cerca de 7 mil lenguas en uso. El 96% de ellas son habladas tan sólo por el 3% de la población mundial. La mayoría son lenguas indígenas. Los pueblos indígenas del mundo –370 millones de personas, aproximadamente– hablan 4 mil lenguas. Según datos de la UNESCO, más de 2 mil lenguas cuentan con menos de mil hablantes nativos.
Una lengua desaparece cuando cae en desuso o cuando fallece el último hablante nativo. En el último siglo se perdieron cerca de 600 lenguas. De continuar esa tendencia, al concluir el siglo XXI se habrán perdido entre 2 mil y 3 mil lenguas.
El impacto de semejante pérdida es imposible de predecir. El espectro de la experiencia humana quedaría menguado, reducido. Cuánta historia, cuántas costumbres, cuántos valores, cuánta sabiduría se perdería. Pero no se trata sólo de la pérdida de un patrimonio invaluable para la humanidad. Si consideramos que la lengua es un instrumento fundamental para el desarrollo sostenible, para la inclusión y para la libre determinación, lo que se pierde es mucho más.
¿Acaso los derechos lingüísticos no son parte de los derechos humanos? ¿Acaso el respeto a la lengua de otro no es fundamental para que pueda acceder a la justicia, a la educación, a la salud? El respeto a la lengua de otros, el reconocimiento y la protección de todas las lenguas en uso, son ineludibles en una democracia. Son necesarias para la paz y la seguridad, para la gobernanza en la pluralidad étnica y cultural de la sociedad globalizada.
Esta última semana, la ONU se vio y se vivió más multiétnica que nunca. Pienso que le vino muy bien. Nos humanizó a todos, incluidos aquellos que habitualmente son poco sensibles a estos temas. México brilló de nuevo. Yalitza Aparicio, gran actriz, embajadora de buena voluntad de la UNESCO, subió a la tribuna de la Asamblea General para llamar de viva voz a proteger el patrimonio lingüístico de todos los pueblos indígenas del mundo, porque “en cada lengua habita una historia única irrepetible”. Cuánta razón. “Que ninguna niña o niño se avergüence de sus raíces”. El español, continuó, “puede abrir puertas a nuevas oportunidades pero también cerrar las puertas a tus raíces”.
La lengua puede ser, es, motivo de discriminación y de odio. Pregúntenle si no a los migrantes en la frontera, a los niños en la escuela, a los que buscan trabajo o a los que están enfermos, y que no hablan la “lengua oficial”. Si tu lengua es diferente y tu piel es diferente, tu alma es diferente. Así te tratan. No tienes derechos si no hablas su lengua. En efecto, muchas veces acabas por cerrar las puertas a tus raíces.
¿Cómo preservar nuestra identidad sin conservar nuestra lengua? ¿Cómo mantener viva la singularidad de nuestras palabras intraducibles? Sólo el multilingüismo, en contraste con la llamada asimilación lingüística, parece ofrecer opciones. Fortalecer la enseñanza de las lenguas indígenas a la par de —en nuestro caso— el español. El Decenio 2022-2032 proclamado por la ONU, puede constituirse en una plataforma formidable no solo para proteger sino también promover nuestras lenguas indígenas, como una expresión vital de nuestra identidad y de nuestra diversidad.
La sobrevivencia de las lenguas indígenas dependerá, en buena medida, de la influencia política que alcancen los usuarios de esa lengua en particular. Se requieren, por tanto, políticas públicas que empoderen a los que hablan esas lenguas. Se necesitan espacios y recursos. Siempre será más oneroso no generarlos.
La herencia cultural es la más rica de todas las herencias posibles. La lengua nos da identidad, nos da libertad y nos da dignidad. ¿Hay algo que pueda valer más? Pero, además, respetar la lengua de otros y hacer que la nuestra sea respetada nos visibiliza, nos hace iguales. No es una mala reflexión en estos días de guardar ¿No cree usted?
Feliz Navidad 2019, Año Internacional de las Lengua indígenas.
“Cuando muere una lenguatodo lo que hay en el mundo,mares y ríos,animales y plantas,ni se piensan, ni pronunciancon atisbos y sonidosque no existen ya” *
*Fragmentos del poema lhcuac tlahtolli ye miqui de Miguel León Portilla (1926-2019)
Misión Permanente de México ante la ONU
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