Autor: Víctor Piz
Los resultados revisados del PIB al tercer trimestre del año no dejan duda de que, después de ahondar en su estancamiento económico precedido por un periodo recesivo, México se encamina a cerrar un 2019 de crecimiento nulo.
Por si fuera poco, el Presupuesto aprobado para 2020 no da para impulsar la economía a crecer 2 por ciento, como se asume en el Paquete Económico para las estimaciones de finanzas públicas.
Los analistas del sector privado en la encuesta de Citibanamex publicada la semana pasada pronostican que el crecimiento alcanzará 1.1 por ciento el año entrante, en el mejor de los casos.
En cuanto a 2019, dos factores pusieron a prueba la capacidad de crecimiento de la economía en el primer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Uno fue el menor impacto del crecimiento económico de Estados Unidos sobre México.
El ‘desacoplamiento’ se reflejó en que la economía mexicana no siguió el ritmo de la estadounidense en los últimos trimestres.
Otro fue el retraso en el ejercicio del gasto público y en las decisiones de inversión del sector privado ante la incertidumbre sobre las nuevas políticas gubernamentales en la 4T.
La señal es que, ante el desacoplamiento entre EU y México, el estancamiento de nuestra economía no es resultado de choques externos, sino de factores internos.
La cancelación del aeropuerto en Texcoco, la suspensión de las rondas de licitaciones petroleras y de los farmouts de Pemex, así como la renegociación de los contratos de gasoductos afectaron la confianza de los mercados e inversionistas.
El Acuerdo Nacional de Inversión en Infraestructura del Sector Privado, anunciado ayer, es una oportunidad para atenuar la incertidumbre y comenzar a restaurar la confianza empresarial.
El dato revisado de actividad económica entre julio y septiembre pasados, publicado el lunes por el Inegi, arrojó un crecimiento trimestral de cero, después de tres trimestres consecutivos con retrocesos de 0.1 por ciento en cada uno.
Es la mejor evidencia de la aparición de un periodo recesivo en México al presentarse no dos, sino tres trimestres consecutivos de decrecimiento del PIB, utilizando cifras desestacionalizadadas.
Durante 2019, las revisiones a la baja para el crecimiento esperado de la economía han sido constantes y recurrentes.
Si bien apenas se libra la recesión en el primer año del nuevo gobierno, da lo mismo crecer 0.1 por ciento –como anticipan los analistas encuestados por Citibanamex– que nada.
El hecho es que la economía mexicana crece a su ritmo más lento desde la crisis financiera global de 2009.
Pero ‘de lo perdido, lo encontrado’, como dice el refrán.
Lo que crezca la actividad económica en este año está de más, es ganancia, pues.
En la coyuntura actual, las herramientas tradicionales de la política económica tienen poca efectividad y alcance para revertir la falta de crecimiento.
El Presupuesto aprobado para 2020 privilegia los ‘programas del bienestar’ y se compromete a mantener el superávit primario, pero no tiene espacio para instrumentar una política fiscal contracíclica que apunte a estimular el crecimiento.
Por el lado de la política monetaria, se estima que los recortes de tasas del Banco de México no serán suficientes para revertir la tendencia negativa de la inversión privada.
El panorama económico de México sigue siendo sombrío e incierto para las decisiones de inversión.