Autor: Mario Maldonado
Conocí a Rocío Nahle a finales de marzo del 2017. Fue en una mesa de análisis y debate que se llevó a cabo en las instalaciones de El Universal en la que hablamos del escándalo de corrupción de Odebrecht. Este escándalo alcanzaba a uno de los enemigos favoritos de la entonces diputada de Morena: Emilio Lozoya Austin, ex director general de Pemex.
La versión de que el esposo de Nahle, José Luis Peña, había sido echado de Pemex por Emilio Lozoya le echó gasolina a la animadversión de la entonces coordinadora parlamentaria de Morena en la Cámara de Diputados, quien en 2017 promovió un juicio político en contra del ex director de la petrolera.
En enero de 2017, Nahle me buscó a través de Roseli Reyes, coordinadora de Comunicación de Morena. Le interesaba platicar y acercarme información a propósito de mis columnas que revelaban la relación de Lozoya con Marcelo Odebrecht y con otras empresas mexicanas envueltas en la trama de corrupción de la corporación brasileña.
Finalmente, ni ella ni un Ernesto Torres, de Morena, lograron coordinar la reunión hasta que nos vimos en la mesa de EL UNIVERSAL. Durante el análisis de los alcances Odebrecht y el involucramiento de Lozoya Austin, Nahle dijo que habría promovido un juicio político contra Lozoya.
Lo que no dijo en aquella ocasión fue que entre los argumentos incluyó algunos vertidos en mis textos; tampoco que usó mis columnas para solicitar a la Auditoría Superior de la Federación investigaciones sobre los contratos de prestación de servicios, arrendamiento y adquisición de activos de la plataforma Abkatun-Pol-Chuc.
En fin que la entonces legisladora zacatecana, con fuerte arraigo en Veracruz, no pudo configurar el juicio política en contra de Lozoya, por lo que fue desechado en abril por la Subcomisión de Examen Previo de la Cámara de Diputados. Nahle, sin embargo, se mantuvo en pie de guerra hasta que Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales y la nombró secretaria de Energía.
Sus políticas nacionalistas y sus declaraciones incendiarias como llamarles ‘hipócritas’ a las calificadoras de la deuda de Pemex le generaron críticas hacia afuera –los empresarios e inversionistas– y hacia adentro, en el propio gabinete. Aunque lo niegue, Nahle no se lleva bien con Arturo Herrera, Alfonso Romo y Octavio Romero. Al contrario, la alucinan no solo por sus ideas respecto a los temas energéticos, sino por la soberbia de salir públicamente a ‘corregirles la plana’. Lo ha hecho con los tres importantes funcionarios del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Y así como se ha confrontado públicamente con el secretario de Hacienda, el jefe de la Oficina de la Presidencia y el director de Pemex, Nahle también criticó una columna que publiqué el 8 de marzo pasado, titulada “El pleito entre Rocío Nahle y Octavio Romero”.
Su primer mensaje en Twitter hubiera sido suficiente para hacer valer su derecho de réplica a mi texto, pero no fue así. “Con el debido respeto, ya se le hizo costumbre escribir sobre mi persona basándose en rumores inciertos, incluso, sin consulta o entrevista previa a una servidora. Mi relación con los directores es de cordialidad y respeto; le recomiendo leer el proyecto de nación”, expuso Nahle.
Mi respuesta fue la siguiente: “(1) Secretaria, claro que he tratado entrar en contacto con usted a través de diferentes medios (incluido un WhatsApp personal que su equipo me dio cuando quería a abrirle un juicio político a Emilio Lozoya). Termina en 4067. Con gusto nos tomamos un café cuando diga…”. “(2) Lo que escribo en mi columna está basado en los oficios que ha girado usted al director general de Pemex con respecto al sistema de refinación y en fuentes de primer nivel de Petróleo Mexicanos. Y de nueva cuenta, abierto a que me envíe sus comentarios puntales al respecto”.
Lo siguiente fue un mensaje colérico que, basta con ver las respuestas en Twitter, le salió contraproducente por lo delicado de la acusación: “Quién (sic) tiene la oportunidad de escribir en un medio como el @El_Universal_Mx debe actuar con ética y principios. Lamento la tendencia y grado misógino del columnista”.
Rocío Nahle es ‘soberbia’, de ‘mecha corta’ e ‘impulsiva’, según la han descrito funcionari@s del gobierno del presidente López Obrador en conversaciones que he tenido con ell@s. Estas características se evidenciaron el fin de semana, cuando espetó a un usuario del Aeropuerto de la Ciudad de México que gritaba ¡Texcoco, Texcoco! y que decía al Presidente que el actual aeropuerto es insuficiente. “Estamos haciendo Santa Lucía mi chavo… Y si no, pues vete a la Tapo”, le soltó Nahle.
La viralización del video generó miles de reacciones en “las benditas redes sociales (AMLO dixit)”, donde la bautizaron como #LadyTapo. Podría quedarse en una anécdota, pero no lo es: la polarización, exacerbada desde el discurso del Presidente y los más radicales de su gabinete, está generado una gran división de la sociedad, que puede ser muy peligrosa para el país.
Que quede claro: la estigmatización de ‘fifís’, ‘conservadores’, ‘adversarios’, ‘manipuladores’ y demás no caben en el discurso del Presidente ni de sus funcionarios. No deberían caber.
Posdata.
Esta columna volverá a publicarse el 6 de enero. Muchas gracias por sus
lecturas y comentarios. Les deseo una Feliz Navidad y un Próspero Año
Nuevo a todos. Sin filias ni fobias. Un abrazo.
@MarioMal