Un año de La Jefa

Autor: Salvador Camarena

Claudia Sheinbaum cumplió esta semana un año en el Gobierno de Ciudad de México.

El semanario Eje Central dedicó a ese aniversario su portada y sentencia que es “el peor arranque” de una administración capitalina.

Por otra parte, el diario Reforma publicó ayer una encuesta donde sólo 50 % de los capitalinos aprueba la labor de Sheinbaum, al tiempo que 37% la desaprueba.

En ese ejercicio demoscópico, 83% dice que el principal problema de la ciudad es la inseguridad; de hecho, 74 % de los encuestados señala que en su opinión la violencia ha empeorado, y 70% señala que ha aumentado la violencia contra las mujeres e igual número (69%) cree que el gobierno no hace lo suficiente para combatir ese tipo de agresiones.

Los datos de Eje Central, por su parte, dan cuenta de otra problemática: el frenón en el sector inmobiliario se puede visualizar fácilmente al comparar que en 2019 prácticamente están empleados en construcción más o menos la mitad de los trabajadores que había en el primer año de gobierno (es un decir) de Mancera.

En el lado positivo, Reforma registra que a Sheinbaum no le va tan mal en cuidado del medio ambiente (55% de aprobación), servicios públicos (54%) y abasto de agua (51%). Igualmente, los encuestados dicen que han mejorado los tiempos y los requisitos para hacer trámites. ¿Su principal logro? 30% respondió que son los programas sociales.

La doctora Sheinbaum tardó más de la cuenta en cambiar de titular de la seguridad capitalina, terreno en el que su administración ha sido puesta contra la pared. Pero hay otra materia en la que no ha corregido.

Aunque los números sí muestran un aumento en la violencia, me atrevo a sugerir que estamos más ante un problema de gobernabilidad.

Dicen que Manuel Camacho decía que el entonces Distrito Federal se gobernaba de milagro. Así que, con todo en contra –un valle sobrepoblado y sin agua, con suelo quebradizo en buena parte y en zona sísmica, receptor diario de millones de mexiquenses, etcétera–, lo que hace falta es tejer muy fino los acuerdos que permiten a la capital no colapsar.

Para lograr esos acuerdos se requiere de un buen equipo. Y si a la jefa no le ha ido bien, es que quizá más de uno la ha dejado sola, empezando por su número dos, Rosa Icela Rodríguez, que tiene el cargo de secretaria de Gobierno (ajá).

En la capital replicamos un poco el fenómeno nacional. En Palacio Nacional es la administración de un solo hombre, mientras que en la ciudad La Jefa es todo, y no tiene debajo buenos fusibles que eviten que le lleguen directo las sobrecargas de las crisis.

¿Hay asesinatos de comerciantes en el primer cuadro de la ciudad? ¿Hay aumento de ambulantaje? ¿Hay ruido en las noches por doquier? ¿Hay protestas que se salen de control o que son infiltradas fácilmente? ¿Hay permisos estrafalarios como que filmen en helicópteros noches enteras a ras de los techos edificios? ¿Hay calles deterioradas más allá de Reforma e Insurgentes? ¿Hay taxistas empoderados en su salvajismo? ¿Hay caos en micros y autobuses? ¿Hay empresarios inmobiliarios que dicen que venden menos de la mitad de lo que vendían hace un año? ¿Y hay alcaldes cuyo cinismo ya no cabe en su demarcación? Bueno, todo eso es culpa de Sheinbaum, porque alguien debajo de ella no está haciendo su trabajo.

No hay pues quién trabaje en la contención de los problemas previsibles y en la corrección de aquellos que estallan. No hay operación política a la vista en la Secretaría de Gobierno.

Por eso no sorprende que la jefa siempre esté a la defensiva. Cada problema le llega a los aparejos sin que su primera defensa –o la que debería ser su primera defensa– le evite las crisis o minimice los costos de las mismas.

Sí, en seguridad tenemos un problema en la capital. No es nuevo, está agravado, pero parece que ya tienen a la persona adecuada para lidiar con eso. Sin embargo, la sensación de vulnerabilidad que resienten las capitalinas y los capitalinos va más allá de una mala actuación de las policías o fiscales.

En este año, La jefa no fue vista como una aliada de las mujeres ni de los empleadores formales ni de los vecinos. Lució más como alguien agobiado por los problemas, sin recursos o equipo para lidiar con ellos y sin capacidad para alcanzar alianzas con importantes actores, acuerdos que hagan a la ciudadanía sentir confianza de que el milagro de vivir en esta urbe vale la pena porque el gobierno de La Jefa quiere de verdad hacerlo mejor que en pasadas administraciones.

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