Entre múltiples sectores de la población mexicana pareciera que el abatimiento es el estado de ánimo dominante.
Hay razones para ello. Sin embargo, creo que también las hay para la esperanza, y no siempre las distinguimos.
Permítame recorrer rápidamente los motivos del abatimiento.
1.- La pandemia. Ha durado más de lo que la mayoría anticipaba y ha tenido efectos destructivos muy profundos. En contra de lo que regularmente dicen las autoridades federales, México será uno de los países más afectados. Incluso con las cuestionables cifras oficiales, este fin de semana entramos al top five de fallecidos.
2.- La crisis económica. Aunque la crisis es generalizada, México será de los países que tengan una caída más profunda en su economía. De acuerdo con el FMI, en una proporción superior al 10 por ciento. Esto va a significar el cierre de miles y miles de empresas y la pérdida de millones de empleos. Además, de acuerdo a la muy citada estimación del Coneval, 10 millones de personas más caerán en condición de pobreza.
3.- La polarización. A diferencia de otros momentos, frente a la tragedia no se gestó la unidad nacional. Desde la propia Presidencia de la República se promueve la polarización entre ‘nosotros’ y ellos; partidarios de la transformación y adversarios; conservadores y liberales. Y, junto con la polarización se ha gestado un deterioro institucional producto de las agresiones a organismos autónomos.
4.- La falta de opciones. No parece haber opciones políticas vivas, actuantes, que tengan capacidad de generar propuestas que muevan la agenda nacional, y por lo mismo mucha gente que percibe que no hay salidas a la crisis.
Pese a todo lo anterior, pienso que hay razones para la esperanza. Permítame referirlas.
1.-El T-MEC y la certidumbre de largo plazo. La entrada en vigor del nuevo tratado comercial, que estuvo bajo fuego por un largo periodo, puede ofrecer la certidumbre que conduzca a que gradualmente las empresas vuelvan a invertir, pues el acuerdo rebasa el alcance de un sexenio en México o de una administración en Estados Unidos. Además este tratado arranca al mismo tiempo que se acrecienta la tensión entre China y Estados Unidos, lo que ofrece una oportunidad que podemos atrapar.
2.- La resiliencia de empresas y trabajadores. No es la primera crisis que vive México y de otras hemos salido adelante. Aunque esta vez la caída será la más drástica, quizá no tenga el alcance, por ejemplo, de la de 1995, que arrasó con el sistema financiero, o de la de 1982, que destruyó a la banca mexicana y erosionó por muchos años la confianza empresarial. Claro, habrá costos, pérdidas y dolor. Pero tenemos lecciones aprendidas que nos hacen pensar que empresas y trabajadores en el país nos recuperaremos.
3.- La aceleración del cambio. La crisis que padecemos está acelerando en todo el mundo los cambios tecnológicos que ya se gestaban. Ello va a permitir que cuando regresemos a la actividad regular, lo haremos con niveles de eficiencia y productividad mayores que los que teníamos antes de la pandemia. Lo que por cierto, es un enorme reto para la equidad.
4.- La densidad social. La naturaleza de las sociedades democráticas es su capacidad de rectificar las decisiones que se toman en las urnas, sea quien sea a quien eligen. La densidad social que tenemos, puede preservar la estructura básica de las instituciones y garantizar que éstas perduren y sean la vía para corregir lo que deba corregirse en los próximos comicios. En suma, no somos ni Cuba ni Venezuela.
No tenemos un futuro color de rosa, más bien nos enfrentamos a una situación de gran reto y enorme complejidad, pero contamos con las capacidades para hacerle frente a esa dificultad. De aquí es de donde debe salir la visión esperanzadora.