Por Gabriela Rivera
@gabs_07
La educación inicial, esa que se da a los niños de 0 a 5 años, se ha visto seriamente afectada por el confinamiento y la suspensión de actividades, dejando a los niños sin la atención y las actividades que se realizan en los centros educativos.
Valentina es una de los 11.4 millones de niños que tienen esta edad y que ha resentido el no haber ido a la escuela desde marzo pasado. Desde que cumplió un año, su mamá la envío a una guardería privada y estuvo muy contenta durante los 9 meses que pasó allí, hasta que se vino el confinamiento.
La escuela ofreció a los padres de familia clases diarias a través de plataformas digitales, para que los niños siguieran aprendiendo cosas y estimulando su crecimiento. Sin embargo, este sistema no funcionó para la niña de 2 años 7 meses.
“No lograba concentrarse, había días en que simplemente no le interesaba e ignoraba al maestro, otros días lloraba porque tenía que estar allí. Al final, decidimos que lo mejor era dejar de pagar el servicio y ver cómo seguir ayudándola a aprender”, cuenta Alejandra, su mamá.
Sin embargo, eso no fue tan sencillo. Alejandra tiene un trabajo de tiempo completo en una dependencia de gobierno y su esposo acababa de reabrir los dos restaurantes que tiene. Así que Valentina se quedó con su abuelita durante dos meses.
Amanda Deverceilli, especialista senior en educación del Banco Mundial, explica que en los primeros 5 años de vida de los niños, el cerebro se desarrolla más rápido que en cualquier otro momento, por lo que estos años son críticos para su educación futura.
“Estos primeros años representan un periodo crítico para brindar a los niños el cuidado, nutrición, salud y estimulación, y oportunidades de aprendizaje que sabemos necesitarán para tener éxito en la escuela y para crecer y convertirse en adultos saludables y productivos. Lamentablemente, sabemos que los niños más pequeños serán los más vulnerables durante esta crisis”, dijo la especialista.
El problema del confinamiento es que los niños también dejaron de ver a sus amigos y se cerraron todas las posibilidades de relación en una etapa en la que conocer a otros niños es muy importante, refiere Mariana Romero, psicóloga infantil.
Maximiliano tiene también dos años y dejo de ir a la guardería del IMSS en marzo pasado por el confinamiento: las primeras relaciones de amistad que estaba haciendo con los niños de su salón se cortaron de tajo, y ahora lo que espera es poder ver otros niños con los que pueda jugar.
Sus padres lo inscribieron a las clases en línea que da una escuela de educación inicial, pero no le gustan. Lo único que lo motiva a sentarse es ver a los otros 6 niños conectados a través del monitor.
Las pocas veces que sale al parque, también busca otros niños con los que pueda jugar, sin importar que sean más grandes que él. Lo que lo anima es correr, platicar con ellos y convivir aunque sea unos 20 minutos a la semana.
Mariana Romero asegura que esta es una de las partes más difíciles del confinamiento, ya que los niños son sociales por naturaleza, y muchas de las cosas que aprenden a esta edad es precisamente por la convivencia y la imitación.
Un artículo de la revista The Lancet señala que los efectos negativos en la actividad física de estos niños tendrán un impacto en su vida: son fisicamente menos activos, pasan más tiempo frente a las pantallas, su sueño se vuelve irregular, tienen dietas menos saludables y su salud mental también se ve afectada por la falta de socialización.
Especialistas en educación inician del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) señalan que durante estos meses han observado que muchos programas mantuvieron el contacto con las familias a través de llamadas o enviando actividades a través de mensajes de WhatsApp u otros medios.
Las guarderías privadas mantuvieron sus actividades y siguieron cobrando las cuotas mensuales a los padres de familia. El problema de los centros de gobierno, como el IMSS o el ISSSTE, es que se cortaron las actividades de tajo y la única comunicacion con los padres de familia es a través de correos electrónicos.
“Cada tres o cuatro días nos mandan un correo con sugerencias de actividades e información general, pero no hay un seguimiento a los niños que estaba en la guardería. La única vez que la dirección mandó un correo fue cuando se programó el regreso para julio pasado, pero como todo se canceló, se suspendió la comunicación”, explica Laura, la mamá de Maximiliano.
Ante la situación que enfrentan los menores en confinamiento, organismos internacionales y nacionales se han unido en distintas iniciativas para ayudar a los padres de familia a dar seguimiento a la educación y crecimiento de los menores.
En estos momentos, las mamás, los papás o los cuidadores de los menores se han vuelto también los maestros, y es necesario apoyarlos con consejos, actividades e información para que puedan acompañar a los niños durante esta etapa, dicen las especialistas del BID.