Autor: Beatriz Pagés
¿Qué es más grave? ¿Qué un embajador se robe un libro, sea puesto en evidencia y no renuncie? ¿O que el Jefe de ese diplomático, es decir el Presidente de México, lo justifique y perdone?
El video es claro. Se ve a Ricardo Valero tomar un libro del estante y ocultarlo dentro de un periódico doblado. La forma como entra y sale de la librería, demuestra que hubo premeditación.
La imagen no muestra a un hombre común de la calle, sino al representante del gobierno de México en Argentina cometer un delito.
¿Qué un libro no es nada? Robar un libro no es lo mismo que cometer un asesinato o una estafa, pero un hurto, por más pequeño que sea, desnuda la moral del responsable.
Y la moral de Valero ya había sido exhibida por el ex secretario de Relaciones Exteriores, Bernardo Sepúlveda Amor, en una carta que le envió el pasado 22 de marzo al hoy Canciller, Marcelo Ebrard, en la que le dice que el diplomático fue, como embajador de México en la URSS, desleal e irresponsable.
¿Qué puede esperarse de un alto funcionario público que arriesga el prestigio de su país por robarse un libro cuyo costo equivale a 200 pesos mexicanos? ¿Qué otra cosa haría? ¿Robarse los cubiertos de un restaurante?
Pese a esa carta y pese al video, el Presidente lo defiende y con su defensa deja a Valero en la impunidad.
Esta no es la primera vez que sucede. López Obrador acostumbra encubrir a sus colaboradores acusados de corrupción. ¿Le suena Gustavo Ponce, Bejarano, “el Señor de las Ligas” o más recientemente, Manuel Bartlett?
De acuerdo a la moral de la 4T, que nada tiene que ver con la definición universal del concepto, se es honesto, inteligente y culto, siempre y cuando se esté bajo los faldones ampulosos del sumo pontífice presidencial.
Pero ahora la pregunta obvia: ¿Qué van a hacer con Valero? La Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina puede, al parecer, juzgar casos de diplomáticos extranjeros que hayan transgredido la ley y el Comité de Ética de la Secretaría de Relaciones Exteriores todavía no se atreve a emitir un fallo sobre la conducta del diplomático.
Con todo y que el presidente peronista-kirchnerista Alberto Fernández, es un aliado de AMLO, la restitución de Valero a la sede diplomática, resulta compleja. Después de que millones lo vieron a través de las redes pillar infraganti, su regreso representaría una franca ofensa a las leyes de ese país y al pueblo argentino.
Tampoco, después de lo sucedido, tendría “cartas credenciales” –cara, se dice–, para presentarse en otras embajadas. Hay quien asegura podría irse a trabajar al Fondo de Cultura Económica con Paco Ignacio Taíbo II.
Ahí podría dar rienda suelta a su libresca cleptomanía.
El perdón oficial a Valero pone en duda la famosa Cartilla Moral, la Revolución Moral, la Economía Moral y toda esa letanía sobre el combate a la corrupción.
Pero lo más importante: Demuestra que la moral es un mero fetiche propagandístico y que, al igual que en otros sexenios, se termina premiando la corrupción, la adulación al jefe y castigando la honradez.