Autor: Manuel López San Martín
Alguien ha visto a Rosario Piedra Ibarra? ¿Trabaja como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos? ¿Ejerce el cargo?
La nueva titular de la CNDH llegó de manera atropellada a su puesto, entre gritos y jaloneos. La votación que la ungió rayó en lo ilegal e ilegítima, y desde entonces poco sabemos de ella, no da entrevistas y rara vez aparece en uno que otro evento público. La Comisión “informa” a través de comunicados, pero su presidenta vive escondida del ojo público.
Para ella, nuestro país debe ser un día de campo en el ejercicio de los derechos humanos. Probablemente piense que la Comisión nada debe decir sobre la contrarreforma al sistema de justicia que se cocina, donde abusos y arbitrariedades podría ser legalizadas; quizá no le preocupe demasiado lo que sucede justo ahora en la frontera sur entre México y Guatemala, donde miles de migrantes, niñas y niños incluidos, permanecen estacionados entre un ambiente tenso.
Tampoco ha dicho nada sobre los datos del secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad que colocan al año pasado como el más sangriento desde que se tiene registro. Ni una palabra de los miles de asesinatos que, desde que llegó al cargo -¿llegó realmente?- no dejan de ocurrir. Nada sobre el caso LeBarón–Langford–Miller, en Bavispe, Sonora, hace dos meses, ni sobre el horror de calcinar a diez músicos en Chilapa, Guerrero, el fin de semana pasado. Silencio sobre las denuncias por el mal funcionamiento del Insabi y los reclamos de padres y madres que ruegan por certeza en las dosis de medicamentos para sus hijas e hijos que combaten el cáncer. Nada.
La lista es larga y el espacio no alcanzaría para enumerar todo aquello en lo que podría –y debería- pronunciarse la titular de la CNDH, pero Rosario Piedra Ibarra no aparece.
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Si su designación fue un descaro, su rol actual no lo es menos. Ella, que no podría ocupar la oficina que ocupa, pues no cumplió con los requisitos –de no ostentar un cargo de dirección en un partido político (Morena) a alcanzar legítimamente las dos terceras partes de los senadores en la sesión en que fue “electa”-, ha confirmado las sospechas del porqué la terquedad de colocarla donde se le colocó.
Piedra Ibarra ya estaba marcada, y su camino a la CNDH manchado. En el cargo debía mostrar la legitimidad que se extravió en el proceso, pero lejos de hacerlo ha corroborado las dudas sobre su imposición. Con su inacción, confirma las sospechas que acompañaron su nombramiento: llegó para estar frente a una CNDH omisa, que sea todo menos autónoma e independiente, y que calle frente al gobierno que la puso donde está.
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-OFF THE RECORD
Algo no anda bien cuando no solo es la titular de CNDH, tampoco el subsecretario de Derechos Humanos de Gobernación, Alejandro Encinas habla, más allá de lo obligado en las mañaneras… No le tocaba, no la quería, pero la papa caliente le volvió a caer al Canciller Marcelo Ebrard, el apagafuegos. El Instituto Nacional de Migración es un adorno.