Mientras el país navega la crisis de COVID-19, en medio de conferencias mañaneras y, ahora vespertinas, llenas de ocurrencias y chistes; otra crisis se está fraguando en el sector energético. El precio de la mezcla mexicana de petróleo ha perdido 68% de su valor en lo que va del año, pasando de 58.8 dólares por barril a inicios de año a 18.78 dólares al cierre del martes. Este gobierno decidió apostar todo por el petróleo, cancelado de facto la Reforma Energética y poniendo a Pemex al centro de su plan de desarrollo. Más allá de las limitaciones del plan inicial, en el contexto que nos encontramos hoy, este plan es totalmente inviable.
Welligence Energy Analytics, una consultora energética, publicó esta semana un análisis detallado de los costos de producción de Pemex. El reporte analiza la viabilidad económica de los 200 campos productivos de Pemex sometiéndolos a un análisis costo-beneficio con los nuevos precios del petróleo –el reporte considera el precio del barril Brent del Reino Unido, que suele cotizar por encima de la mezcla mexicana, a 35 dólares.
Los resultados son devastadores. Sólo 16% de los campos, que representan 60% de la producción de Pemex todavía son rentables a estos precios y soportarían nuevas inversiones. El 8% de los campos que representan 15% de la producción son rentables, pero no soportarían nuevas inversiones lo que los llevaría a decaer rápidamente. Y 76% de los campos que representan el 25% de la producción pierden dinero a estos precios, es decir, extraer un barril de petróleo cuesta más que su valor de mercado.
Las recomendaciones de este reporte son drásticas. Mantener la producción solamente en 24%, que son los únicos rentables y dejar de producir en los otros. La alternativa para los campos del tercer grupo son los farmouts a partir de la expectativa es que empresas privadas más ágiles y enfocadas a esos campos puedan producir a un precio menor que Pemex. Esto generaría un flujo de efectivo positivo de 450 millones de dólares en 2020 contra un flujo negativo de cinco mil millones bajo el escenario inercial, lo que liberaría muchísimos recursos al Estado mexicano en estos tiempos de crisis.
Esta estrategia implicaría abandonar inmediatamente los nuevos campos prioritarios y racionalizar la producción de Pemex que llegaría a un millón de barriles para fines de año, una producción menor pero rentable.
Esto representaría un trago muy amargo para esta administración que se ha puesto como meta primordial aumentar la producción petrolera. Discutir las virtudes, defectos y errores de implementación de la vieja estrategia ya no hacen sentido, el mundo cambió en un par de semanas y Pemex tiene que ajustarse a esta nueva realidad.
Como se le atribuye a John Maynard Keynes, el economista más importante del siglo XX: “Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted no?”. Qué falta le hace al Presidente y a éste gobierno escuchar más a Keynes, en este y otros temas, y menos a sus prejuicios y estampitas.