Guadalupe fue asesinada a golpes, el 30 de abril, en el Estado de México. Tenía 14 años. Los vecinos reportaron a las autoridades que era víctima de abuso. Cuando las autoridades llegaron a su casa, la familia no quería dejarlos entrar. Debieron forzar la puerta. La hallaron en su cama, golpeada hasta la muerte. Cinco familiares fueron llevados a la Fiscalía.
Cinco días antes, en Ciudad Juárez, una niña de un año y tres meses fue llevada a la Cruz Roja, con huellas de maltrato. Sus padres fueron detenidos. En la misma semana, otra pequeña, de dos años de edad, fue asesinada en Morelia. Su familia fue atacada, cuando iban a bordo de un auto.
Horas después murió también su madre, quien era policía local. La prensa publicó no solo detalles del caso sino fotografías que la mamá de la niña había publicado de ella misma y su hija junto a hombres con armas largas, a quienes identificaron como sicarios del Cártel de Jalisco Nueva Generación.
El 24 de marzo, cuando en México se declaró la fase 2 de la pandemia de coronavirus y el gobierno impuso medidas más estrictas de distanciamiento social, Alison Gabriela, de dos años, fue asesinada por su mamá y su padrastro en Puebla. Las autoridades encontraron que había sufrido violencia física y abuso sexual. La crónica sobre su asesinato, publicada por Lado B, dice que sufrió un traumatismo abdominal con un objeto, que podía implicar un golpe muy fuerte. Los adultos quedaron en prisión preventiva.
El 2 de abril, la madre de Ana Paola salió al supermercado, en Sonora. Milenio publicó que iba a comprar víveres para abastecer su casa durante la cuarentena. Un hombre llamado José Ramón entró a su casa a robar. La asesinó. Ana Paola tenía 13 años. Poco después, el asesino fue atrapado. Aceptó su culpa. Lo condenaron a 70 años de cárcel.
Desde que México declaró la fase 2 de la pandemia de coronavirus, 24 niñas han sido brutalmente asesinadas en el país, dice la activista María Salguero, autora del mapa de feminicidios en México. “Son diversos tipos de violencias: familiar, del crimen organizado y violencia comunitaria”, explica la activista.
La historia no es distinta a lo que ocurría antes de la pandemia. “La crisis de derechos humanos y violencia que teníamos en el país no se ha ido. La narrativa se ha concentrado en el tema sanitario, pero las fragilidades en la violencia relacionada con la niñez están empeorando”, dijo a esta columna Juan Martin Pérez García, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México.
El panorama que viene luce desolador. Miles de niños están atrapados en sus casas, con sus violentadores, sin ninguna vía de escape. “En condiciones normales, las escuelas ayudan a detectar casos de niños violentados. Ahora, con las escuelas cerradas por la crisis de salud, no sabemos qué está pasando”, apunta Pérez García.
La red Nacional de Refugios anunció a finales de abril que han aumentado en un 80% las llamadas de auxilio por violencia de género. Estas alertas no aportan mayores datos de qué está pasando con los niños.
En el primer trimestre del año, antes incluso de las cuarentenas, la violencia intrafamiliar ya había aumentado en un 20%, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Ese mismo organismo, el 9 de abril, anunció a los estados que una parte del presupuesto de seguridad se redestinaría a la crisis sanitaria. Mientras esto sucede, la violencia aumenta, en las calles y dentro de las casas.
Con los niños en espacios de gran hacinamiento, en muchísimos casos, el estrés del encierro, las tareas, las presiones económicas, los especialistas temen un recrudecimiento de las violaciones, los golpes, los abusos. Esta curva no se ha aplanado, no se ha controlado, no ha llegado a su pico. Quienes estudian infancia en México advierten: en lo que resta del año, va a empeorar. En medio de tantas noticias sobre salud, de los festejos a las madres de los próximos días, no olvidemos a los niños.