El domingo 18 de febrero quedará marcado en la memoria colectiva como un día de movilización ciudadana sin precedentes en México. Desde el imponente Zócalo de la Ciudad de México hasta puntos de encuentro en 122 ciudades tanto dentro como fuera del país, decenas de miles de ciudadanas y ciudadanos se unieron en una manifestación masiva en defensa de la democracia y del voto libre.
Las razones subyacentes van más allá de la simple protesta. Los participantes en la marcha expresaron profundas preocupaciones sobre la integridad del proceso electoral y la amenaza potencial que representa cualquier interferencia gubernamental en el mismo. La consigna “Si el gobierno mete las manos en las elecciones, EL VOTO NO ES LIBRE” resonó fuertemente entre los manifestantes, reflejando el temor compartido de que la libertad de elección esté en peligro.
Además, la movilización denunció con firmeza el presunto uso indebido de recursos públicos para favorecer a determinados candidatos o partidos políticos. Este reclamo refleja la convicción de que la imparcialidad y la equidad son pilares fundamentales de cualquier proceso democrático genuino.
La independencia de las instituciones electorales también estuvo en el centro de las preocupaciones expresadas durante la marcha. Los participantes manifestaron su rechazo a cualquier intento por parte del gobierno de socavar la autonomía del Instituto Nacional Electoral (INE), el Tribunal Electoral y la Suprema Corte de Justicia, considerando que estas instituciones son garantes de la transparencia y la justicia en el proceso electoral.
La movilización del 18 de febrero también fue un acto de solidaridad con la libertad de expresión y de prensa. Los manifestantes condenaron enérgicamente cualquier forma de censura o intimidación hacia los medios de comunicación y exigieron un entorno informativo plural y transparente.
Además, se alertó sobre la propagación de la desinformación y las encuestas falsas como una amenaza para la integridad del proceso electoral. Los participantes enfatizaron la importancia de una ciudadanía informada y vigilante para contrarrestar cualquier intento de manipulación o influencia indebida en la voluntad del electorado.
La marcha del 18 de febrero fue mucho más que una simple protesta; fue un poderoso recordatorio del compromiso del pueblo mexicano con los valores democráticos y la defensa de sus derechos fundamentales. Los participantes enviaron un mensaje claro y contundente a las autoridades y a la sociedad en su conjunto: en una democracia, el voto libre y la participación ciudadana son sagrados, y cualquier intento de socavarlos será resistido con determinación y unidad. “¡Salgamos a exigir todas y todos juntos un voto libre!”
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