En los Juegos Olímpicos de Tokio han resonado los casos de mexicanos medallistas cuyos triunfos tienen el nombre de otro país. Algunos por amor y otros por falta de apoyo, pero todos tienen algo en común: salieron de México para triunfar y nos recuerdan la fuga de grandes talentos que hemos vivido en el deporte, la ciencia y más.
Estos últimos días se han dado a conocer dos casos en los que mexicanos ganaron medallas para otros países que los acogieron por circunstancias muy distintas. La primera es Gabriela Schloesser, joven de 24 años que actualmente vive en Países Bajos, nación a la que representó y para la que ganó una medalla de plata en tiro con arco. Ella no se fue precisamente por falta de apoyo, sino porque se casó con un neerlandés y juntos decidieron vivir en el país europeo.
Al poner en la balanza la vida en México contra uno de diez países con menor desigualdad en el mundo y con un ingreso mensual promedio de casi 49 mil pesos mensuales por persona (en contraste con los 10,700 que se ganan en promedio por hogar en nuestro país), más allá de las circunstancias específicas de Gabriela y su esposo, las ventajas de la vida en el primer mundo pueden constituir elementos por los cuales nuestro país salga perdiendo.
Otro caso que ha llamado mucho la atención es el del taekwondoín Óscar Salazar, ganador de dos medallas de bronce para Egipto en Tokio 2020. Ambas preseas las obtuvo como entrenador de lHedaya Malak y Seif Eissa, competidores egipcios; junto con ellos, Salazar fue recibido como un héroe en el país africano.
Óscar ganó medalla de plata para México en Atenas 2004, pero por falta de apoyo en territorio nacional, tomó la decisión de cruzar el mundo para entrenar desde 2017 al equipo egipcio, cosechando el éxito con ese tercer lugar en las categorías de -67 kilogramos femenil y -80 kilogramos varonil en estos Juegos Olímpicos.
Los deportistas no son los únicos que buscan oportunidades más allá de la frontera. Y aunque la migración por pobreza y violencia es la principal causa por la que un connacional decide dejar el país, la fuga de talentos y de cerebros también es un fenómeno que ha impulsado a millones de mexicanos a viajar a otras latitudes para desarrollar su talento y continuar su preparación. Tal es el caso de los investigadores y miembros de la academia que continúan sus estudios en universidades extranjeras. Esta práctica que el presidente López Obrador ha juzgado como aspiracionista, ha permitido a muchos mexicanos aprovechar los recursos, la tecnología y las capacidades que hay en otros países.
Según el Conacyt alrededor de 1.2 millones de mexicanos con títulos universitarios y de posgrado salieron en busca de mejores oportunidades entre 1990 y 2015 (altísimo considerando que prácticamente el 80 por ciento de la población no cuenta con estudios universitarios, OCDE 2020). La emigración calificada combina diferentes perfiles, incluye estudiantes, científicos y académicos; también los que se desempeñan en ocupaciones ejecutivas y de gestión, así como técnicos y profesionales que no encuentran empleo y que incluso buscan insertarse en ocupaciones no profesionales en EU u otros países.
El Financiero
Sin embargo, actualmente también se encuentra en riesgo, pues el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) mantiene en la incertidumbre a cientos de estudiantes en el extranjero, investigadores y científicos para quienes es urgente saber si continuarán con sus actividades académicas en esos países, y si contarán con los recursos, pues de ello depende su estabilidad económica y, en muchos casos, su permanencia en los países donde actualmente radican (lee también Conacyt se niega a pagar extensión de beca a estudiantes en el extranjero y deja sin beca por siete meses a madres solteras).
La reducción del presupuesto para la ciencia, la falta de apoyo para el mundo de la academia y otros factores como la violencia y la inseguridad no solo lleva a mexicanos con gran talento a salir del país, sino que también limita el desarrollo del país. México pierde capital humano que podría elegir permanecer en su tierra natal si contara con mayores oportunidades: en cualquier ámbito, tanto en el mundo del deporte, como en la ciencia y en múltiples disciplinas y actividades profesionales, como el arte, la gastronomía, las ingenierías.
La preocupación y las reflexiones de los expertos en torno a lo que se pierde con la fuga de talentos aumentan, sobre todo en una realidad donde existe un déficit de empleo calificado y las remuneraciones para los más preparados no son significativamente mayores, pues tener un doctorado o una maestría en nuestro país no es garantía de un mejor empleo o de un salario mejor.
Es indispensable que un Estado y una sociedad reconozca el papel central que juega la investigación científica en el mundo contemporáneo, tenemos que reconocer que ésta representa una fuerza económica y social con posibilidades de comprender mejor el mundo que nos rodea (…) significa que haya una visión de la ciencia que no dependa de vaivenes sexenales y con el apoyo del Estado en términos económicos y administrativos, que no se dependa de los caprichos de gobiernos en turno”.
Con información de El Economista, Proceso y El Financiero
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