AMLO y el fracaso del combate a la corrupción

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La corrupción no se combate con palabras. Aun así, son incontables ya las veces que el presidente López Obrador habla sobre ella y también las que ha pronunciado la frase “ya no hay corrupción”, algo que sabe que no es cierto, pero que no duda en asegurar, en un intento desesperado por borrar con la voz lo que a todas luces sigue siendo una realidad para el país.

“Corrupción”, la palabra favorita del presidente

Durante su conferencia matutina de este martes, el presidente Andrés Manuel López Obrador se colgó una nueva medalla: tener la “innovadora” idea de poner a la corrupción en el centro del discurso, pues, según él, en los últimos 50 años esta palabra no existía para los gobernantes y políticos. A pesar de esta nueva afirmación, lo que dice el presidente no es verdad, pues el combate a la corrupción, aunque infructuoso, sí ha formado parte de los gobiernos de las últimas décadas, e incluso en el sexenio de Enrique Peña Nieto se creó el Sistema Nacional Anticorrupción, un organismo poco valorado por el presidente López Obrador.

Lamentablemente, el combate desde la clase política y los gobiernos federal y locales parece solo tener algún avance y encontrar justicia cuando existe una ganancia política de por medio. Llámese Rosario Robles, Elba Esther Gordillo, el Bronco, Lozoya, los Duarte: la libertad y la impunidad de cualquier personaje acusado de corrupción parecen estar garantizadas hasta que se atraviese en el camino algún político o funcionario a quien le convenga exponer el encarcelamiento de otro como un triunfo.

En todos sus discursos, el presidente Andrés Manuel López Obrador habla una y otra vez sobre corrupción. Sin embargo, aunque se ponga como “ejemplo” de honestidad, es un hecho innegable que la corrupción sigue ahí, lacerando como siempre al país y a los ciudadanos, y que el mandatario defiende a ultranza a cualquiera de sus aliados políticos, personas cercanas y familiares que sea acusado de corrupción. Tal es el caso de Manuel Bartlett, Alejandro Gertz Manero, Cuauhtémoc Blanco, Ana Gabriela Guevara, Delfina Gómez, su hermano Pío, su hijo José Ramón y una gran lista de personajes con pasados y presentes cuestionables. A cualquiera que le prometa fidelidad absoluta, el presidente lo mantiene como intocables.

Un caso que se ha convertido en ícono del fracaso de su lucha contra la corrupción es el de Segalmex, cuyo presupuesto se ha desviado a destajo (hasta posiblemente alcanzar los 10 mil millones de pesos), una burla que lastima a toda la población y sobre todo a la más vulnerable, pues justamente es una institución que se creó con el objetivo de “promover la seguridad alimentaria y la nutrición”.

Y así siguen todos los cuestionamientos sobre el manejo de los recursos para los programas sociales, las megaobras, las asignaciones directas de contratos y mucho más. En tiempos de la Cuarta Transformación, en lugar de fortalecer los mecanismos de transparencia, los correligionarios y simpatizantes del presidente escuchan sus palabras y creen, completamente a ciegas, que uno de los problemas más graves del país simplemente ha desaparecido porque tienen un presidente “honesto”.

Cabe reflexionar entonces: ¿cuáles han sido los resultados reales de su combate a la corrupción? ¿Seguirá el presidente apelando al engaño y a la farsa, al asegurar sin decoro alguno que “ya no existe la corrupción” en el país, en espera de que se cumpla la famosa frase del jefe de propaganda nazi Joseph Goebbels, quien decía que “una mentira dicha mil veces se convierte en realidad”?

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