Hay intereses más perversos detrás de la reforma electoral de AMLO. No es un tema de aprobación, sino de confrontación.
La reforma electoral del presidente López Obrador enviada al Congreso el día de ayer nació muerta y va a tener el mismo destino que la reforma eléctrica.
Los cuatro partidos de oposición ya manifestaron que no van a aprobarla por representar un retroceso democrático y un intento de convertir a Morena en partido de Estado.
El presidente sabía que su iniciativa iba a ser rechazada y de todas maneras decidió enviarla, su objetivo no es que se apruebe sino confrontar a la gente con la oposición y ganar votos para él.
Suena muy atractiva una reforma que busca reducir costos, recortar el número de diputados y senadores; que la gente elija a los consejeros y magistrados electorales; pero esas tres medidas traerán consecuencias negativas: debilitarían a los partidos de oposición, habría sobrerrepresentación de Morena y, sobre todo, convertiría a los órdenes electorales en rehenes del gobierno. Por lo tanto, sería un retroceso democrático.
Hemos tomado muchos años en construir un sistema electoral que está reconocido como uno de los mejores del mundo para que los intereses electorales de un presidente quieran acabar con él.
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