Coronavirus: ahora es el momento de actuar

es momento de actuar

Julio Frenk, Octavio Gómez Dantés y Rafael Lozano

El primer caso de coronavirus se diagnosticó en México el 28 de febrero. China ya había calificado esta epidemia como “la emergencia de salud más grave en 70 años” y Corea del Sur se había declarado en alerta máxima. La Organización Mundial de la Salud ya había anticipado que la epidemia se extendería de Asia al resto del mundo y que muy probablemente se convertiría en pandemia. Por ello, había hecho un llamado a todos los países del mundo a prepararse para enfrentar esta contingencia y hacerlo de la manera más rápida posible.

México tuvo tiempo suficiente para diseñar un sólido plan de emergencia, comprar los insumos necesarios para atender de manera efectiva la posible demanda de atención y prepararse para identificar y aislar de manera inmediata los primeros casos de COVID-19 que pudieran surgir. Sin embargo, cuando aparecieron esos primeros casos, el presidente López Obrador y las autoridades de salud del gobierno federal decidieron restarle importancia a ese hecho contundente y actuar de manera conservadora. El temor a los efectos económicos de las medidas de contención pareció dominar la toma de decisiones.

El mundo podría dividirse actualmente en dos grupos de países. Por un lado, aquellos que respondieron de manera agresiva a la epidemia poniendo en operación un extenso dispositivo de detección temprana y aislamiento de los casos y sus contactos, y haciendo un llamado a la población a recluirse, evitar aglomeraciones y practicar el distanciamiento social. Destacan dentro de ellos China, Japón y Corea del Sur. Todos estos países parecen tener la epidemia bajo control. En el otro extremo están los países que asumieron una actitud inicial de negación y respondieron de manera tibia y lenta. El número de casos de COVID-19 en ellos sigue en dramático aumento y sus sistemas de salud están al borde del colapso. Es el caso de Italia y España. El gobierno de Estados Unidos también adoptó una actitud de indiferencia inicialmente y hubo un enorme retraso en el uso masivo de pruebas de detección. Los costos de la indolencia se están pagando ahora.

México, lamentablemente, está siguiendo el segundo camino. El gobierno federal sigue sin reconocer la enorme gravedad de la situación y parece haber pospuesto la adopción de medidas más agresivas para la primera semana de abril, cuando posiblemente sea muy tarde. El llamado al autoaislamiento y el distanciamiento físico, que atinadamente hicieron ya varios gobiernos estatales, resulta urgente.

En la situación en la que se encuentra actualmente México —al inicio de la fase de transmisión comunitaria—, el autoaislamiento y el distanciamiento físico tienen dos propósitos fundamentales: limitar los contagios y extender en el tiempo la aparición de casos. Esto permite evitar la saturación de los servicios hospitalarios y facilitar el acopio de insumos. El tiempo ganado puede servir también para aprovechar el posible surgimiento de nuevas terapias y vacunas. En el momento actual ya hay prospectos de vacunas desarrollándose en diversos laboratorios de China y EU, y ya se están llevando a cabo también ensayos clínicos para evaluar la efectividad de fármacos que podrían ser útiles contra el coronavirus.

Hay razones fundadas para actuar enérgicamente hoy a fin de prevenir que el sistema hospitalario se vea abrumado por un aumento incontenible en la demanda. De lo contrario, podríamos enfrentarnos, en unas semanas, a una situación semejante a la que viven Italia y España, pero con una diferencia fundamental: estos dos países europeos cuentan con una infraestructura de atención a la salud mucho más sólida que la de México. Un solo ejemplo: Italia y España cuentan con tres camas de hospital por cada mil habitantes, mientras que México cuenta con tan sólo una cama por mil habitantes, la tercera parte. Italia y España cuentan con 12 y 10 camas de atención crítica por 100 mil habitantes, respectivamente, mientras que México sólo cuenta con cuatro camas de ese tipo por 100 mil habitantes. Estos recursos, además, están muy mal distribuidos y hay zonas con rezagos enormes. Si esos dos países europeos no se están dando abasto, imaginemos lo que podría suceder en México. A esto habría que agregar que las complicaciones del COVID-19 son más frecuentes en pacientes con padecimientos subyacentes y la prevalencia de diabetes en mayores de 20 años en México, por ejemplo, es de casi 16%, cuando el promedio en los países de la OCDE es de siete por ciento.

Las camas no son la única limitación de la respuesta a la pandemia de COVID-19. Las autoridades de salud del gobierno federal declararon hace unos días que aún no cuentan con los insumos suficientes para hacer frente a la demanda que habrá de presentarse en caso de entrar a la fase epidémica de la pandemia, pero que ya están movilizando los recursos financieros necesarios para adquirirlos. El problema es que varios de los insumos indispensables para atender las complicaciones del COVID-19 no están hoy disponibles en los mercados nacional y global porque están agotados. Es el caso, por ejemplo, de los ventiladores. Los reactivos para las pruebas de detección también están escaseando. Los equipos de protección del personal de salud tampoco son suficientes, así que la posible saturación del sistema hospitalario podría agudizarse por el contagio de un alto número de trabajadores de la salud. En Italia, hasta el momento actual, se han contagiado de COVID-19 más de cinco mil médicos y enfermeras.

En cualquier momento hubiera sido un gran reto para México enfrentar la emergencia que se cierne sobre el país. Pero ésta se presenta cuando el sistema de salud ha sido debilitado por las erróneas y erráticas políticas adoptadas por el actual gobierno desde sus inicios. En particular, la obsesión ideológica por desacreditar todos los avances del pasado ha debilitado la vigilancia epidemiológica, erosionado la base financiera del sistema de atención, ocasionado desabasto de medicamentos y vacunas, y motivado el éxodo de muchos especialistas que hoy tanta falta hacen.

Seis medidas resultan inaplazables:

1. La transmisión de un mensaje en cadena nacional por parte del Presidente de México para informar sobre la extrema gravedad de la pandemia y las medidas que está tomando y habrá de tomar el gobierno federal.

2. La inmediata declaración de una emergencia sanitaria por el Consejo de Salubridad General, órgano de rango constitucional creado precisamente para enfrentar este tipo de retos.

3. El fortalecimiento del proceso de identificación de infectados entre personas con síntomas sugestivos y de los contactos de los casos confirmados, sobre todo en las zonas de alta circulación viral.

4. La inmediata suspensión en todo el país de los eventos masivos.

5. El llamado urgente a la población a recluirse, mantener en público una sana distancia y evitar aglomeraciones de todo tipo, y

6. La conformación de un fondo especial para hacer frente a las demandas actuales y de mediano plazo, y fortalecer el acervo estratégico de insumos.

Es necesario actuar de inmediato. Los ejemplos de Italia y España no dejan lugar a dudas. Ya no hay manera de contener la transmisión del virus, pero sí de tomar previsiones para distribuir la aparición de casos en un periodo de tiempo lo más amplio posible. Sólo así se podrá evitar que nuestro ya debilitado sistema hospitalario se vea abrumado. Los costos de la inacción o el titubeo generarán daños duraderos. Ahora es el momento de actuar.

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