Ya hace más de cuatro años, en los días de abril de 2016, la llamada “verdad histórica” sobre los estudiantes de Ayotzinapa (26–27 de septiembre de 2014), hacía agua por todos lados.
Desde entonces, la narrativa construida desde la PGR por Tomás Zerón, jefe de la Agencia de Investigación Criminal y avalada por el procurador Jesús Murillo Karam –en el sentido de que los estudiantes habían sido incinerados en el basurero de Cocula– se caía a pedazos, por más intentos que hacía por sostenerla su sucesora, Arely Gómez.
Dos factores eran claves en el derrumbe de esa tesis: los estudios en el basurero de Cocula y el video del río San Juan.
En su segundo informe sobre Ayotzinapa (24 de abril de 2016), el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) dejaba claro que el basurero de Cocula había sido utilizado por la PGR como un distractor.
Para avalar su dicho, pusieron sobre la mesa estos elementos:
– La investigación inicial –tanto la de la Procuraduría de Guerrero como la General de la República– apuntaba hacia otros horizontes. Nada mencionaba del basurero.
– De pronto, la investigación, ya en manos de la PGR, se enfoca hacia el basurero. Según la Procuraduría un par de llamadas anónimas los puso sobre esa pista.
– Cinco testigos, comenzando por El Gil, aparecen en la investigación de la PGR, mencionando que los estudiantes fueron quemados en el basurero. Al GIEI no le permitieron interrogar a ninguno.
– De los 17 casos de tortura que el Grupo documentó (con apoyo de médicos europeos que aplicaron los Protocolos de Estambul), entre los más vejados están precisamente quienes apuntaron el índice hacia el basurero de Cocula.
– El informe del perito en incendios, José Torero, y el estudio del Equipo Argentino de Antropología Forense aseguran que no es posible que los 43 hubieran sido calcinados en el basurero municipal.
Luego vino el inesperado video del río San Juan, mostrado por el GIEI, en el que se ve a Tomás Zerón recorriendo el lugar con un equipo de peritos.
Sólo que esto ocurre ¡un día antes!, del supuesto “descubrimiento” de las dos bolsas con restos incinerados. ¿Y qué creen? Ese día previo al “descubrimiento” que supuestamente hicieran buzos de la Marina…, ¡las bolsas ya estaban ahí! O sea, era un montaje. Los restos habían sido sembrados.
Dato importantísimo porque, recuérdese, de ahí procedía la única identificación de alguno de los normalistas desaparecidos. La única con la que se contaba hasta ese momento: la de Alexander Mora Venancio. Pero nada ocurrió. El gobierno de Enrique Peña Nieto, en los hechos, dio por cerrado el caso. Sólo cambió de ubicación a Zerón ante la exigencia de su renuncia por parte de los padres de los normalistas y se amachó en su “verdad histórica” sobre el paradero final de los 43.
Así, hasta ahora en que la FGR informó que se identificó un resto óseo de otro de los estudiantes desaparecidos: Christian Alfonso Rodríguez Telumbre (de 19 años, originario de Tixtla).
Los nuevos indicios (hay más que serán enviados a Innsbruck para su identificación) fueron hallados en la Barranca de la Carnicería, situada a poco más de 800 metros del basurero de Cocula.
Así, casi seis años después de la infausta noche de Iguala, la historia cambia de página (¿qué tan distinta será?) y vuelve a escribirse.