Es la revolución del siglo

marcha 8 marzo

Ricardo Raphael

Dice Sabina Berman que se trata del 68 del siglo XXI.

Ayer marcharon, vestidas en su mayoría de morado. Solo en la Ciudad de México sumaron más de 80 mil personas.

No las distinguió la clase social, el color de la piel, la edad o la geografía. Las mujeres estaban conscientes del significado que cada una está aportando a la historia: nada puede volver a ser lo de antes después de este movimiento.

La violencia les unió y están decididas a poner un alto al mandato que la provoca. Han mostrado lo que puede lograrse si la sororidad gana fuerza sobre las fracturas.

Caminaron juntas: iban en los extremos las más jóvenes, las que se cubrieron el rostro para estallar cristales y colorear de violeta los monumentos grises; también las mujeres de los perfumes caros y las activistas que pronunciaban consignas contra la violencia.

Asistieron las trabajadoras del hogar y las mujeres mayores, que han dedicado su vida a planchar lo propio y lo ajeno. Durante la tarde de ayer domingo una marea color jacaranda confundió las diferencias con el propósito deliberado de ahuyentar la muerte, la desaparición, la violación, el acoso, el hostigamiento y todas esas sinrazones que el machismo ha impuesto durante mucho tiempo.

Muy pocos hombres asistieron a la marcha porque hay otras formas de apoyar sin caer en nuestro protagonismo de siempre. El contingente fue femenino, casi en su totalidad, y tuvo sentido porque ninguna de las frases habría podido corearse en masculino: “Con ropa o sin ropa mi cuerpo no se toca,” “Nos quitaron tanto que nos quitaron el miedo,” “Respeta mi existencia o espera resistencia,” “Ni flojitas, ni cooperando,” “No quiero sentirme valiente cuando salga a la calle, quiero sentirme libre,” “Lo que no tuve para mí, que sea para ellas,” “No sea indiferente se mata a las mujeres en la cara de la gente.”

El movimiento es de ellas porque ellas son las víctimas y también porque llegó la hora para que los hombres nos callemos, porque solo el silencio nos permitirá escuchar.

Llegó la hora de la abnegación masculina, el momento para que los hombres contribuyamos a la causa de la paz, desaprendiendo todo aquello que nos arroja a la violencia.

Hoy no tomarán las calles, ni se vestirán de morado, hoy serán mucho más de 80 mil mujeres en paro. Hoy harán historia porque nada puede volver a ser lo de antes.

A los hombres nos han dejado solos en las calles, en el transporte, en las oficinas, en las escuelas, en el mercado. A diferencia de ayer, cuando su presencia fue masiva, hoy nos han impuesto la sonoridad de su ausencia. Hoy la inmensa legitimidad de su reclamo se percibe de otra manera, acaso más poderosa.

Después de ayer y después de hoy las reglas de la casa tendrán que revisarse, lo mismo que los modos de comportamiento en el salón de clase y en las avenidas, en el transporte, en la pareja, en el gobierno y hasta en Palacio Nacional.

Los hombres tendremos que reaprender cómo comportarnos. A partir de ahora habríamos de hacer como el extranjero que visita una cultura diferente o la casa de una familia a la que se desconoce.

En tales circunstancias están fuera de lugar las bromas cargadas de sexismo, las referencias lascivas y soeces, el trato vejatorio, el abuso y el privilegio contra las mujeres.

Al lugar donde nos dirigimos lo vienen construyendo las mujeres desde hace mucho tiempo: a los hombres nos urge comprender sus reglas, límites y significados.

No nos hemos preparado para vivir en paz con las mujeres. Nadie nos enseñó y sin embargo pertenecemos a la generación de varones que tiene la oportunidad de sumarse al disenso.

Ayer marcharon y hoy han parado, mañana el movimiento no se detendrá porque puede cambiar la historia.

El propósito es uno solo: derrumbar el mandato violento que sostiene al régimen patriarcal y autoritario.

Eso va a suceder con nosotros o sobre nosotros. Que el último privilegio masculino sea haber sido parte sincera de esta disidencia que es social y política, pero sobre todo es mental.

ZOOM: La caída del régimen patriarcal podría ser la mayor revolución que el siglo XXI le aporte a la historia de la humanidad.

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