Los ambulantes y la Unión Tepito

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Autor: Héctor de Mauleón

Los fueron eliminando uno a uno, y a la vista de todos, para que no hubiera dudas. La Unión Tepito cazó en las calles no solo a integrantes de organizaciones rivales. Fue también por importantes líderes del ambulantaje en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Todos cayeron de la misma manera: acribillados desde motonetas por jóvenes de escasos 20 años. A uno de esos líderes le enviaron incluso a un par de adolescentes. Fue el asesinato con el que se estrenaron. Fueron abatidos por sicarios de la Unión Tepito los líderes Óscar Liebre, Raymundo Pérez, Armando Becerril, Miguel Ángel Lemus, Miguel Ángel Galán y Jaime Vázquez Mendoza.

Como ya se ha relatado, tras las ejecuciones la Unión Tepito se apropió de las calles y las plazas que estos líderes controlaban. Los comerciantes se volvieron “sus” comerciantes. La Unión reparte los espacios, cobra las cuotas, impone las multas y los castigos.

En las mismas plazas comerciales despojadas a tiros, el grupo criminal estableció espacios de castigo para quienes se niegan a pagar —o para quienes se tardan en pagar. En esos sitios los comerciantes permanecen hincados, con bolsas de plástico negro en la cabeza, recibiendo palos en las espalda hasta que acceden a someterse a la extorsión.

Hoy, los comerciantes describen la vida en el Centro Histórico como “un infierno”. Los enviados del grupo criminal tienen bajo renta kilómetros enteros del centro. Las golpizas, los “levantones”, los secuestros, las “multas” de hasta 300 mil pesos, el “cobro de piso” sistemático, han llevado a familias, que desde varias generaciones atrás trabajaban en el Centro, a bajar las cortinas de sus negocios.

Los mercados de Granaditas, 2 de Abril y La Lagunilla, entre otros, se encuentran literalmente en jaque. Las cuotas para los locatarios son de 200, de 100, de 50 pesos diarios. Las cuotas para los líderes que siguen vivos son de 12 mil a 30 mil pesos por semana.

En un importante conjunto de calles, los líderes ya no existen. Ahora, los únicos líderes son los de la Unión.

Las calles en las que la Unión Tepito maneja por completo el comercio ambulante son:

Manuel de la Peña y Peña, entre Manuel Doblado y Circunvalación. Juan Rodríguez Puebla, entre Colombia y Venezuela.

Colombia, entre Brasil y Argentina. Colombia, entre Argentina y El Carmen. Colombia, entre El Carmen y Rodríguez Puebla.

El Carmen, entre San Ildefonso y Donceles.

Eje 1 Norte, de Brasil a Comonfort. Eje 1 Norte, de Brasil a Argentina.

Circunvalación, entre Peña y Peña y Joaquín de Herrera.

Los ambulantes que hoy controla el grupo criminal se extienden también por la iglesia de San Sebastián, entre San Ildefonso y Donceles; por Manuel Doblado, entre Peña y Peña y Joaquín de Herrera; por Joaquín de Herrera, entre Leona Vicario y Juan Rodríguez Puebla, y por República Dominicana, entre Haití y Costa Rica.

El grupo “Los Paraguayos” —por el domicilio que fue su bastión durante mucho tiempo, en Paraguay 62—, coordina las actividades centrales de la Unión: el despojo de inmuebles, la extorsión y la venta de drogas.

Según reportes de inteligencia, el líder del grupo, Roberto Moyado Esparza, El Betito, sigue dictando instrucciones desde el Reclusorio Oriente a través de un operador conocido como El Perro (su nombre: Gabriel Sandoval). El Perro opera los despojos de manera violenta, y también las extorsiones entre los comerciantes. Es el encargado de pagar a los integrantes del grupo y de cobrar a “chineros” y carteristas por dejarlos “trabajar” en esa zona.

Los policías que ingresan en territorio de la Unión saben que pisan terreno minado: que serán agredidos por criminales, pero también por los comerciantes; que en la agencia del ministerio público pondrán su testimonio en duda, y que al día siguiente jueces impúdicos pondrán en libertad a los delincuentes.

“Empezamos diez”, dice el narcocorrido que El Betito mandó componerle a la Unión, y “de pronto llegaron unas gorras negras, y por todo el barrio ya andaban 300 con el de la B”. Según el narcocorrido —y los narcocorridos tienen información—, cuando la Unión hace “llamada de tropa”, pueden llegar de inmediato 400 sicarios.

De esos 10 fundadores algunos están presos y otros, muertos. Pero otros siguen libres, bajo el amparo de los poderes que rigen el submundo de la ciudad. Los comerciantes del centro piden desesperadamente ayuda. Ojalá el gobierno capitalino encuentre la manera de proporcionársela: ahí está la lista.

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