Por Gabriela Rivera
En marzo de este año, Reyna González trabajaba en cuatro casas distintas a lo largo de la semana como trabajadora del hogar. Cuando ordenaron el confinamiento, sus patrones la mandaron a su casa hasta que pasara el riesgo de contagio.
Sin embargo, los días pasaron y no podía regresar a trabajar, por lo que dejó de percibir los mil 500 pesos a la semana que ganaba trabajando 5 días de 9 a 6 de la tarde. “Mi marido se quedó sin trabajo también y llegó un punto en el que no teníamos qué darle de comer a mis hijos, comprábamos sopa de pasta para llenarnos más rápido”.
Ante la falta de ingresos, incluso tuvo que dejar el cuarto que rentaba en Tláhuac porque ya no le alcanzó para pagar la renta. Un primo de ella le prestó unos cuartos en la salida a Chalco, para meter sus cosas y a sus hijos en lo que pasaba la crisis.
Reyna es una de las 600 mil de trabajadoras del hogar que se sumaron a las filas del desempleo a consecuencia de la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19, según datos de la organización Nosotrxs, y que forman parte de los 12.4 millones de mexicanos que perdieron su empleo dejaron de percibir un sueldo, al no poder salir a trabajar.
El problema de Reyna y de otras mujeres que laboran en otros hogares es que no están dadas de alta en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y por lo tanto no tienen derecho a un seguro de desempleo, que les ayudara a enfrentar los meses que no pudieron trabajar.
El desempleo al que se enfrentaron estas trabajadores ocurrió justo un año después de que el gobierno mexicano se comprometiera a ratificar el Convenio núm. 189 sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos, con el que se garantizan sus derechos laborales.
A pesar del compromiso de la administración de López Andrés Manuel López Obrador, las trabajadoras del hogar se enfrentaron a una situación crítica y sin ayuda del gobierno, ya que no tienen acceso a seguros de desempleo o ayudas económicas.
Datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señalan que ocho de cada 10 trabajadoras del hogar trabajan en la informalidad en todo el continente, incluyendo a México, lo que dejó a estas mujeres en la indefensión total al momento del cierre.
Al no tener tampoco un contrato, los empleadores tampoco se sintieron con la responsabilidad de pagarles durante semanas.
“De las cuatro casas a las que iba, solo una señora siguió pagándome mi sueldo semanal, pero eran 350 pesos que no me alcanzaban para mucho. Y lo que hicimos mi esposo y yo fue comprar dulces con ese dinero para revenderlos y poder sacar un poco más”, cuenta la mujer de 35 años.
Ante esta situación, que se dio inmediatamente después al confinamiento, el Centro de Apoyo y Capacitación para las Empleadas del Hogar (CACEH) lanzó una campaña en la que pedían a los empleadores no dejar de pagar a las mujeres que ayudaban en su hogar.
Alfonso Cuarón, director de la película Roma, se sumó a la campaña #Cuidaaquientecuida para ayudar a las trabajadoras a mantener sus derechos laborales, su empleo y sus salarios.
Sin embargo, miles de mujeres se enfrentaron a la misma situación que Reyna y no tuvieron el valor de pedirle a sus empleadores que les siguieran pagando su sueldo, o una parte de él, durante el confinamiento.
Hasta mayo de este año, la CACEH había recibido 200 quejas de trabajadoras del hogar por violaciones a sus derechos laborales, de los cuales 60% fueron por despidos, disminución de salario o la suspensión de labores sin pago.
Ante esta situación y la indiferencia del gobierno a la situación de estas mujeres, que la mayoría de ellas son el sostén de sus familias, el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH) y el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO) exigieron al gobierno brindar seguro de desempleo.
Sin embargo, el gobierno no atendió la demanda y muchas de las trabajadoras tuvieron que buscar otra forma de obtener un ingreso, mientras que otras regresaron a sus empleos, con los riesgos que eso implica.
Liliana Rodríguez, de 25 años, comenzó a vender bisutería y artículos de fantasía en las calles de la colonia Narvarte. Todos los días se sienta en una calle distinta y ofrece sus productos a todas las mujeres que pasan por allí; y tomó esa decisión luego de que ninguno de sus patrones le hablara para regresar a trabajar.
En cambio, Reyna volvió a la casa del médico con el que tiene 4 años trabajando y con la señora que no dejó de pagarle durante la cuarentena. A pesar de los riesgos, durante cuatro días a la semana se pone todo el equipo de protección que puede usar y trae dos botellas de alcohol en gel en la bolsa, para lavarse las manos constantemente.
La OIT alertó sobre los riesgos que enfrentan las mujeres que regresaron a sus labores después de tres meses de cierre, sobre todo el riesgo de contagiarse de coronavirus y las implicaciones que esto tiene, ya que la mayoría de ellas no tienen acceso a servicios públicos de salud.
Y si bien el organismo internacional reconoció la labor del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) para lograr la promoción del registro de las trabajadoras del hogar en la seguridad social, la disponibilidad de información sobre sus derechos y el pago del salario completo por parte de las personas empleadoras, ni el gobierno ni los empleadores han garantizado que estas mujeres tengan los mismos derechos que cualquier trabajador mexicano.
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