El anuncio realizado el lunes de esta semana en torno el regreso a clases a nivel nacional, el modelo elegido y las vías de transmisión, amenaza gravemente con congelar el aprendizaje y el desarrollo de habilidades y competencias de una generación completa.
Por razones inexplicables y no manifiestas en dicha conferencia de prensa, el secretario Moctezuma desapareció por completo el uso y asistencia de herramientas digitales. Sin ton ni son, el funcionario dio a conocer la “pomposa” alianza con cuatro televisoras privadas para el uso y la transmisión de contenidos escolares por televisión abierta, la presumida alianza con Google simplemente, desapareció.
México y su gobierno, han elegido –o por lo menos eso se deduce del anuncio– renunciar al uso de plataformas digitales en esta difícil etapa de la pandemia. Todo contenido, programa, temario, lección o intervención escolarizada en la vida de 26 millones de alumnos, será a través de la televisión abierta. Es decir, México pretenderá “enseñar” con la metodología y los instrumentos de hace 50 años.
La BBC en Londres inició el uso de la televisión abierta para fines educativos escolares a finales de los años 50 y principios de los 60. En México existe formalmente la Telesecundaria desde los años 70. A 50 años de esas prácticas tenemos certeza de sus alcances y limitaciones. Lo más grave es que hoy existen herramientas infinitamente más poderosas como el internet y los muchos ejercicios educativos montados en la red mundial de información. Optar por la TV es retroceder en la historia y las evidencias de investigación pedagógica: la televisión es un medio frío, unidimensional, unidireccional. No hay retroalimentación, carece de interacción en tiempo real, imposibilita el uso de herramientas didácticas modernas: ejercicios, creación colectiva, intercambio de experiencias, etc. Es un emisor que envía contenidos y mensajes a un receptor pasivo, cuya reacción, emoción, enriquecimiento, aportación al propio proceso, están vedados a la TV.
La pedagogía del siglo XXI ha demostrado de forma ampliamente sólida, que los aprendizajes se construyen a partir de experiencias, diálogo, creación y reflexión individual y colectiva. Es un proceso vivo, esencialmente interactivo que ha dejado largamente atrás al maestro expositor, vocero, oráculo de una sabiduría personal.
La televisión no abre la puerta a la auténtica realización de esos procesos. Es incapaz por su naturaleza, formato y tecnología.
El mundo educativo entero se mueve hacia el uso de herramientas digitales, plataformas, aplicaciones móviles, recursos múltiples que potencian los aprendizajes, que desarrollan habilidades y competencias presentes, del mundo de hoy y de mañana.
La SEP quiere convertir a millones de alumnos de básica y de media, en pasivos receptores de lecciones anquilosadas y enmohecidas.
La pandemia nos cayó a todos, y golpeó tantas actividades humanas como existen. Desde el comercio hasta el turismo, desde la industria hasta la salud de forma cruenta y atroz.
Los sistemas educativos del mundo llevan dos décadas de un avance gradual hacia el uso creciente de tecnologías para la enseñanza. Aulas digitales, plataformas multicontenidos, dispositivos diversos para la descarga, el ejercicio, la práctica y la elaboración de aprendizajes y competencias. A los países desarrollados, avanzados en este proceso, con formación y capacitación docente esencial para estas actividades digitales, los sorprendió la pandemia con sistemas públicos y privados mejor preparados para la educación a distancia y la educación en línea. Países como el nuestro, con pobres presupuestos y sindicatos asfixiantes –que prefieren el pasado al presente o al futuro (para ejemplo observe la reacción de la CNTE que se rebela al uso de TV y anuncia que repartirá fotocopias de casa en casa)– una muy débil e incipiente formación digital en docentes, nos toma en la peor condición. La SEP había, con cierta capacidad de reacción, cerrado un acuerdo valioso con Google al principio de la pandemia, como una respuesta emergente ante el encierro y la cuarentena. Funcionó con todas las limitaciones de conectividad y de dispositivos, porque permitió que por lo menos unos 10 o 12 millones de estudiantes pudieran permanecer en contacto con sus maestros, sus clases y sus cursos.
¿Qué pasó con ese acuerdo? ¿Por qué la SEP lo eliminó del anuncio y, suponemos, del ciclo escolar 2021? Es una incógnita. Google confirma que seguirá colaborando con la SEP y que, además, la oferta del gigante tecnológico para la educación pública mexicana, ha sido totalmente gratuita. Es decir, ni siquiera hay un problema de presupuesto.
La única versión plausible es la cobertura: finalmente la TV abierta cubre el 98 por ciento del territorio nacional, mientras que –lo sabemos– la conectividad por internet, sufre de graves ausencias, huecos y pobre calidad en muchos rincones del territorio nacional.
Con todo, elegir a la TV por encima de lo digital, la plataforma o herramienta que sea, o mejor aún, varias de ellas, es una vez más como este gobierno ha demostrado, privilegiar el pasado por encima de la evidencia y el conocimiento presente, y despreciar la tendencia al futuro.
Una generación entera de mexicanos podría ser sacrificada en aprendizajes, habilidades y competencias del siglo XXI por esta grave decisión regresiva.