En la mañanera del miércoles, el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió hablar de drogas y violencia. Entre otras cosas, afirmó que “el 60 por ciento de los que pierden la vida diariamente, 60 por ciento de los asesinados en enfrentamientos se demuestra que están bajo los efectos de drogas o de alcohol, pero fundamentalmente de droga.”
Esa declaración invita a múltiples preguntas:
1. ¿De dónde sale la cifra de “asesinados en enfrentamientos”? Esa categoría no aparece en las bases de datos del INEGI o del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Tampoco se incluye en el reporte diario de homicidios que publica la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. En los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto existía una base de datos de homicidios presuntamente vinculados a la delincuencia organizada que incluía una subcategoría de muertos en enfrentamientos. Pero allí sólo se contaban enfrentamientos entre fuerzas del Estado (Ejército, Marina, policías) y presuntos delincuentes ¿A eso se refería el presidente? Y si es el caso, ¿está admitiendo que las fuerzas de seguridad asesinan —su palabra, no la mía— a civiles? ¿O será que existe alguna base de datos secreta que cuenta todos los muertos en enfrentamientos, incluyendo los que solo involucran a civiles?
2. Descontando el problema del subconjunto misterioso de víctimas, ¿es posible saber si un porcentaje elevado de personas asesinadas estaban “bajo los efectos de drogas o de alcohol” al momento de su muerte? En principio, sí: algunas necropsias (no todas) realizadas a víctimas de homicidio incluyen exámenes toxicológicos. Pero 1) ignoro si existe un repositorio central que albergue ese tipo de información forense a nivel nacional (esos datos no están reportados en el Sistema Nacional de Información en Salud, SINAIS) y 2) algunos datos parciales parecen desmentir la tesis presidencial. Un estudio sobre homicidios en la Ciudad de México en el periodo 2000-2010 encontró que “en 35% del total de los casos analizados no se realizó examen toxicológico sobre los cuerpos de las víctimas de homicidio por arma de fuego”. Asimismo, en el caso de los cuerpos dónde si se realizó la prueba toxicológica, “83% de los registros dio negativo para la prueba de sustancias psicotrópicas y 70% arrojó un resultado negativo respecto a la presencia de alcohol en la sangre.” (http://bit.ly/32AOr8d)
3. Pero, aún si fuere cierta la cifra presentada por el Presidente, ¿qué deberíamos concluir de ese dato? Una correlación estadística no implica la existencia de una relación de causalidad. Por dar un ejemplo, es probable que, dada la prevalencia del fenómeno en la población mexicana, un porcentaje elevado de víctimas de homicidio haya sufrido problemas de sobrepeso u obesidad. ¿Deberíamos por tanto inferir que el sobrepeso expone a las personas a ser asesinadas y que podemos combatir el homicidio reduciendo el consumo de refrescos y comida chatarra? Para llegar a una conclusión de ese tipo, se necesitaría algún tipo de teoría que explicara la relación entre el consumo de algo (alcohol, drogas, refrescos, papas, etc) y el riesgo de ser asesinado, y no una simple asociación estadística.
Por último, vale la pena señalar lo obvio: la culpa de los homicidios no es de las víctimas, sin importar en qué estado de conciencia se encontraban al momento de su muerte. Sí, tal vez algunas personas asesinadas se empinaron quince mezcales y media farmacia antes de recibir un balazo en la sien, ¿pero eso lo justifica? ¿Es un atenuante para el homicida? ¿Le resta gravedad al hecho?
Pongamos la responsabilidad donde se debe, no en las víctimas.
alejandrohope@outlook.com. @ahope71
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