Desde 2019, las Amazonas de Yaxunah, mujeres que viven en una población maya cercana a Chichén Itzá, crearon un equipo de sóftbol que ha roto barreras culturales y provoca admiración en quienes las ven jugando descalzas y con sus huipiles.
Foto de portada: Pie de Página / Lorenzo Hernández
Las Amazonas han provocado una gran admiración entre los habitantes de Yucatán. Luego de enfrentar dificultades para poder crear su equipo, ahora reciben apoyo del gobierno y de personas que confían en su capacidad. Podría afirmarse que se han convertido en “embajadoras de su cultura maya”, como las describe el diario El País.
Las jugadoras decidieron formar el equipo ante la necesidad de llevar a cabo una actividad cultural o deportiva para poder acceder a los recursos de un programa social federal. Con ello se han convertido en promotoras de la lucha contra la obesidad y, además de cumplir con las actividades deportivas al entrenar y participar en juegos de sóftbol, se hacen un chequeo frecuente de presión arterial y peso corporal para mantenerse saludables.
El equipo está integrado solo por mujeres y actualmente suman 15 jugadoras, quienes participan en partidos que generalmente están repletos de aficionados que pagan su entrada para poder verlas. Las Amazonas tienen una marca distintiva que las hace destacar de las jugadoras de otros equipos: juegan descalzas y usando sus huipiles; las integrantes entrenan dos días por semana en un campo que se encuentra a las afueras de Yaxunah, cerca del acceso al pueblo y la selva maya. En su vida cotidiana, las Amazonas se dedican a las labores de todos los días: Enedina Canul, quien convenció al resto de las integrantes de crear el equipo, se dedica a hacer hamacas que vende por 80 euros a un intermediario. Algunas otras, las más pequeñas del grupo, son estudiantes.
“Fermina Dzib, que es la capitana del equipo,comienza su jornada al alba preparando el desayuno a su marido Humberto, que marcha temprano a Mérida a vender tallas de madera a los turistas, y para la hija que le queda en casa, que entra pronto a la escuela. Cuando se queda sola saca a pastar al campo a sus tres ovejas y un carnero de mal carácter que controla con un palo. Por la tarde sale con ellos de nuevo, pero esta vez los lleva al campo de entrenamiento, en las afueras del pueblo, para que coman hierba mientras ella juega”, señala El País.
Fue un representante del equipo de Tekantó quien las invitó a participar en los partidos y ya no solamente entrenar. Las Amazonas se han enfrentado a dificultades con sus familias, ya que muchos de sus esposos no estaban de acuerdo con esta actividad, e incluso otras mujeres de su comunidad las criticaban por hacerlo, pero finalmente lograron romper barreras y estereotipos y ahora, aunque sus maridos no las acompañan a los juegos, son verdaderas estrellas en el mundo del sóftbol local. Los aficionados suelen tomarse fotos con ellas e incluso invitan a sus hijos o nietos a comer alguna botana al final de los partidos. “Normalmente, los equipos contra los que juegan se hacen cargo de los costes de su desplazamiento y las meriendas”, explica El País.
“Venimos a apoyar a las Amazonas porque no cualquiera juega descalza y con su ropa típica. Nos representan como yucatecos, representan a nuestros abuelitos y abuelitas”, dijo una de las aficionadas al diario español.
Con información de EL PAÍS y La Silla Rota
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