La violencia ha sacudido escuelas en distintas partes de México, reflejando una problemática que afecta a miles de personas en el país. Uno de los casos más impactantes ocurrió en la escuela Secundaria General Nº1 Rubén Humberto Moreira Flores, en Ramos Arizpe, Coahuila. Alberto “E”, un joven de apenas 14 años, atacó con un arma blanca a su maestra de español en pleno salón de clases. Las imágenes de la cámara de seguridad se viralizaron, mostrando el ataque donde el menor apuñaló a la docente en al menos siete ocasiones antes de huir del aula, dejando a todos atónitos.
Tras el incidente, salieron a la luz testimonios que indicaban que la maestra había ejercido violencia verbal contra los alumnos, incluyendo humillaciones y ofensas. Padres de familia ya habían expresado preocupaciones y solicitado la destitución de la maestra antes de este trágico suceso.
Otro caso alarmante tuvo lugar en el Centro Universitario Continental de Pachuca, Hidalgo, donde un estudiante aplicó una “llave china” a una compañera, dejándola inconsciente. Este evento también se difundió a través de redes sociales, generando indignación entre los padres de la víctima, quienes demandaron sanciones contra el agresor y presentaron denuncias ante las autoridades pertinentes.
Estos episodios de violencia, tanto en el ámbito escolar como universitario, son un reflejo de la cotidianidad para muchos en México, un país que ha experimentado un aumento preocupante en la violencia en las últimas décadas. Por un lado, se observa a jóvenes que parecen no comprender las graves consecuencias de sus acciones, careciendo de conciencia sobre las normas sociales, legales y familiares. Por otro lado, adultos reproducen estereotipos, exhibiendo actitudes clasistas y racistas, viviendo en un constante estado de enojo, estrés y frustración.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS), miembro de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha enfatizado la importancia de un enfoque integral de salud para abordar la atención y prevención de la violencia juvenil. Este enfoque debe abordar las causas subyacentes de la violencia en la sociedad, región o país, como la desigualdad de género y social, el rápido cambio demográfico y los bajos niveles de protección e inclusión social.
En su informe “Situación Regional: Prevenir y responder a la violencia contra las niñas y los niños en las Américas”, la OPS destaca que el sector de la salud juega un papel fundamental en esta lucha. Aunque no es el único sector que debe intervenir, la salud puede desempeñar un rol clave. Existen oportunidades para intervenir tempranamente y así reducir la carga de violencia juvenil y los homicidios en jóvenes en la Región de las Américas.
La OMS informa que en promedio ocurren 80 mil homicidios entre jóvenes de 15 a 29 años en la región, lo que representa el 45% del total mundial anual de homicidios juveniles. Esta estadística alarmante pone de manifiesto la necesidad urgente de abordar la violencia juvenil desde un enfoque de salud pública.
Además de los homicidios, la violencia juvenil conlleva costos sociales y económicos de larga duración. Impacta negativamente en el rendimiento educativo, aumenta el riesgo de desempleo y contribuye a la pobreza, así como al reclutamiento de jóvenes en pandillas o el crimen organizado.
La violencia juvenil es prevenible, según indica la OPS. La evidencia demuestra que existen mejores opciones para prevenir la violencia y mitigar sus consecuencias, garantizando que todos los niños y jóvenes puedan disfrutar del más alto nivel de salud y bienestar. Mejorar los servicios de salud es esencial para reducir las consecuencias inmediatas de la violencia juvenil. Cuando los servicios de salud tienen la capacidad de responder adecuadamente, pueden ayudar a interrumpir la naturaleza de represalia de la violencia juvenil y derivar a los jóvenes hacia servicios de apoyo.
La violencia en la sociedad contemporánea se ha convertido en un elemento que lamentablemente se normaliza y arraiga cada vez más entre los jóvenes. Expertos en psicología y educación, como Emiliano Villavicencio Trejo, doctor en psicología y coordinador de los posgrados de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de La Salle, alertan sobre esta escalada violenta que está transformando el paisaje urbano.
“Estamos ante una escalada muy violenta en el país, es muy preocupante y es una escalada que de alguna forma está perteneciendo al paisaje urbano de la sociedad. Esto, ¿qué implica o qué significa? Que cada vez se está normalizando la violencia”, explica Villavicencio Trejo.
El análisis de los factores que pueden estar influyendo en estos comportamientos violentos de la juventud revela una complejidad multifactorial. Uno de estos factores podría estar relacionado con la educación recibida en el hogar.
“Son muchos factores, desde un tema social, hasta uno demográfico y generacional. Al día de hoy, quienes están a cargo de los sistemas familiares son personas de la Generación X que fueron educados por los Baby Boomers. Esto implica que los papás actuales vienen de una educación familiar muy estricta y rígida, entonces intentan no replicar esos patrones con sus hijos”, señala el especialista.
Este cambio en la dinámica educativa ha llevado a que los padres actuales sean más permisivos, lo que a su vez ha generado pocos límites claros para los jóvenes, resultando en una falta de referentes claros sobre la violencia.
Otro elemento importante identificado por el experto está relacionado con la violencia cotidiana ejercida por grupos del crimen organizado. Esta se replican en redes sociales y medios de comunicación. Este fenómeno, lamentablemente, también se está volviendo parte del paisaje urbano.
Villavicencio Trejo subraya la impunidad que prevalece en la cultura mexicana, donde un bajo porcentaje de delitos es denunciado y llevado ante las autoridades. Esta impunidad agrava aún más el escenario de violencia que enfrenta la juventud.
El especialista destaca que para comprender la violencia juvenil, es crucial reconocer su naturaleza multifactorial y multidimensional. No puede atribuirse a un solo factor o a una sola circunstancia.
“Este tipo de circunstancias deben poner sobre la mira la corresponsabilidad que como sociedad tenemos. Sí, existe un delito y se está procediendo legalmente, pero ahí no acaba la consecuencia. Tenemos que preguntarnos y corresponsabilizarnos sobre lo que ocurrió y comenzar a pensar en cuáles pueden ser las acciones para prevenir toda esta situación”, afirma.
La violencia contra los niños y las niñas es una preocupación global que requiere acciones coordinadas y efectivas para su prevención y erradicación. En 2017, la OMS presentó “INSPIRE: Siete estrategias para poner fin a la violencia contra los niños y las niñas”.
Este documento analiza las causas, magnitudes y posibles soluciones a la violencia que sufren los menores en diferentes países. Concluye que la solución fundamental es la prevención. Aunque se reconocen la necesidad de más estudios para planificar estrategias más eficaces y para responder adecuadamente a esta problemática.
Estas estrategias buscan abordar el problema desde distintos sectores. Además, están respaldadas por evidencia sólida o prometedora de éxito, tanto en países de ingresos altos como en aquellos de ingresos bajos y medianos. Abarcan áreas críticas para la protección de la infancia y la juventud, involucrando la salud, el bienestar social, la educación, las finanzas y la justicia.
Los siete ejes centrales de la estrategia INSPIRE son:
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Con información de Reporte Índigo.
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