El contrabando marítimo sigue fortaleciéndose y cárteles mexicanos se disputan el control de rutas en el país sudamericano.
El Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación se disputan los territorios en Guatemala y Perú para el trasiego de cocaína hacia México. En estas naciones operan las rutas de paso y de origen que se trazan en alianza con los grupos locales y productores de la droga. Los grupos criminales mexicanos han sustituido a las viejas organizaciones narcotraficantes y son ellas quienes ejercen control sobre territorios urbanos o rurales.
Así lo reportan las fuerzas armadas guatemalteca y peruana en documento entregado al Centro Internacional de Investigación de Análisis contra el Narcotráfico Marítimo, con sede en Colombia.
Guatemala puntualizó que el CJNG opera en el norte de su país en los departamentos de Petén, Huehuetenango, Quiché y Alta Verapaz, colindantes con los estados fronterizos de Campeche, Tabasco y Chiapas.
Por su parte, el Cártel de Sinaloa tiene presencia en la costa del océano Pacífico en las comunidades San Marcos, Quetzaltenango, Retalhuleu, Escuintla, Santa Rosa y Jutiapa. En el centro es donde se exacerba la disputa de rutas entre ambos cárteles.
La presencia de narco mexicano en Guatemala se robusteció con las medidas ejecutadas a principio de siglo por el gobierno calderonista para frenar la llegada de narcóticos a territorio mexicano. Fue cuando se desplazaron operadores de los grupos criminales nacionales para asegurar que el flujo continuara, mediante la sustitución o colusión con las bandas locales y compra de las autoridades guatemaltecas.
“También, destaca mencionar que en los periodos más difíciles, originados durante la pandemia por el surgimiento del coronavirus, representantes de una organización criminal transnacional mexicana hicieron entrega de víveres a la población de comunidades ubicadas en áreas de influencia, incluyendo áreas fronterizas Guatemala-México, ocasionando un efecto sicológico de protección y bienestar general a los pobladores de estas comunidades.”
En el caso de Perú confluyen diferentes organizaciones criminales internacionales que han usado tanto vías marítimas como fluviales para en envío de drogas. Se asocian con familias de las zonas de producción de clorhidrato de cocaína y pasta básica de cocaína. De igual manera, han tratado de infiltrarse en sectores sociales y políticos del país.
Perú se ha mantenido como el segundo productor de cultivo de coca en el mundo por lo que la producción y exportación de cocaína sigue siendo un gran negocio que no se vio mermado ni con la pandemia de COVID-19. Al contrario, se ha mejorado la infraestructura para su tráfico ilegal.
“Las ganancias que logran recaudar estas organizaciones criminales por la venta de los estupefacientes, principalmente de los mercados de consumo de Estados Unidos, Europa y Asia, las reinvierten de manera directa o indirecta para mantener activa la cadena del narcotráfico o el ciclo sistémico de las drogas.”
Con información de El Universal.
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