Hace mucho daño la perversidad de un sector del gobierno al convertir una epidemia y una crisis económica en factor de lucha de clases.
Su marxismo elemental nos lleva al choque, al enfrentamiento, que según esa ideología es el motor de la historia.
La irresponsabilidad con que se manejó la economía en 15 meses de gobierno nos tiene desguarnecidos frente a una crisis de la que ya culpan “a los ricos”.
El país no aguanta una cuarentena sin saqueos, pillaje y brotes de revueltas sociales.
Tener la economía parada durante tres, cuatro o cinco meses, es suicida.
Podría resistir si el gobierno toma medidas urgentes de apoyo a las medianas y pequeñas empresas para que sigan pagando nómina.
Sin embargo, no quiere. Cree que todos los empresarios son millonarios y no distingue grandes de medianas empresas.
Un periodo en esas condiciones lo pueden solventar empresarios de la fortaleza de Carlos Slim, que vende tiempo aire, o Agustín Coppel, pero el resto no.
El Presidente no sólo ha desechado acciones de emergencia, sino que en cada intervención subraya el sello clasista que distorsiona su visión de las cosas e impide las soluciones.
De ninguna manera se diferirán pagos de impuestos, ni se tomarán medidas de respaldo a los empleadores, ni habrá apoyo a productores, ha dicho.
¿Entonces, para qué son los 400 mil millones de pesos que, dice, tiene el gobierno “en caja” como producto de los ahorros en corrupción?
Seguramente no es verdad, pero sí tiene una línea de crédito abierta con el Fondo Monetario Internacional que les dejó la administración pasada, por 65 mil millones de pesos.
Aún quedan 150 mil millones de pesos del FEIP y cientos de miles de millones de pesos en desarrollo de proyectos petroleros que no tiene caso implementar ahora que es más caro sacar el petróleo que tenerlo guardado.
Puede renunciar al tren y a la refinería, que no son urgentes.
Urgente es sostener parte del ingreso de la población, evitar el caos y la anarquía, y reactivar la producción y el consumo tan pronto como sea posible.
Su plan, en cambio, consiste en continuar con lo que había: programas sociales que ya están incluidos en el Presupuesto. Ni modo que los quite.
¿Y el dinero que dice que hay, más el que realmente hay?
Como gran estrategia anunció ayer que habría créditos a un millón de changarros, que serán por veinticinco mil pesos, a pagar en tres años, y que se entregarán cuando haya pasado la crisis.
¿Y mientras, qué?
¿Y las medianas empresas que tienen nóminas por pagar? Que no se hagan y paguen impuestos con toda puntualidad.
¿Y los trabajadores que se queden sin ingresos, nada?
¿Y los proveedores, vivirán del aire?
¿Y los productores? Bueno, a estos (del campo) se les quitaron los apoyos que tenían desde administraciones anteriores.
Son incompetentes para gobernar hasta en tiempos de bonanza, pero tienen un talento indiscutible para el pleito y la confrontación.
Desde el gobierno se desató una embestida clasista, con el sello del resentimiento social que lo embarga, para culpar a “los ricos” de ser los causantes del coronavirus y de la crisis.
El secretario de Medio Ambiente, Víctor Toledo, no tiene empacho en abrirse de capa para acusar a los empresarios de ser “un virus mortal” para México.
Dijo que “contra ellos será la próxima guerra”, al referirse a “los 500 corporativos, bancos y magnates que lista la revista Fortune”. (Uno de ellos, Slim, acaba de donar mil millones de pesos en equipo médico).
Ante esa declaración fratricida no hubo un cese ni una amonestación pública de su jefe. No la habrá, porque piensa igual a Toledo.
Uno lo dice y el otro se guarda, pero actúa: canceló el proyecto de Constellation Brands con el pretexto del agua, y cuando se mostró que no era el agua, el Presidente cambió su discurso a que “había corrupción”.
Qué facilidad para mentir. Repite que “tomamos la decisión de bajar el precio de la gasolina”. Acto seguido arremete contra “el amarillismo de algunos medios de comunicación (que promueven) la difusión de mentiras para atemorizar”.
El gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, desdeñó la muerte de personas por coronavirus “pues la mayoría son gente acomodada, ¿sí lo saben?”.
No se le salió, deliberadamente lo dijo en rueda de prensa: “Si ustedes son ricos tienen el riesgo (de contagiarse), si ustedes son pobres no, los pobres estamos inmunes”, dijo el humilde político que compró la casa del expresidente Miguel de la Madrid, en Francisco Sosa.
Impúdica es la cargada oficialista contra Gustavo de Hoyos, presidente de Coparmex, por representar a los malvados: los patrones.
El Presidente mismo salió en la mañanera a decir que ni en sueños piensen que habría rescate a grandes empresas, sólo para el pueblo.
Fomento del odio de clases y activación del resentimiento, en lugar de apoyos a las unidades generadoras de empleo –para que los conserven–, y respaldo a productores y comerciantes.
¿Resultado? Mortandad de empresas, caída brutal del consumo y desesperación social que derivará en caos y anarquía.