Las pugnas sistemáticas y comunes en Morena ya no son solamente entre las tribus internas y por el control de la dirigencia nacional; ahora, emerge en el partido gobernante una nueva disputa interior que tiene que ver con una lucha por el poder y hasta por la sucesión anticipada y que amenaza con volverse una fractura: los radicales del morenismo van con todo en contra de los pocos moderados que quedan en el movimiento lopezobradorista e intentan, bajo la lógica estalinista de las definiciones a ultranza, eliminar cualquier expresión de moderación que no comulgue con las posiciones de la izquierda más radical que intenta controlarlo todo: el partido y el gobierno.
La última embestida de los duros radicales de Morena la lanzó ayer el académico de origen estadounidense John Ackerman, quien pidió en un mensaje a la bancada de Morena en el Senado, la destitución del coordinador Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política. La razón para tamaña petición de alguien que ni senador es, fue porque Monreal se atrevió a asistir a una entrevista con Carlos Loret, el mismo que revelara en un reportaje el patrimonio inmobiliario que en unos pocos años y con sueldos de académicos lograron construir Ackerman y su esposa, la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval.
Del estridente e intolerante Ackerman, quien además trata de desviar la atención sobre la exhibición de sus propiedades y riqueza patrimonial de su matrimonio, podría entenderse el golpe al líder del Senado; pero el acádemico de la UNAM e ideólogo del radicalismo de izquierda no va solo y su ataque representa a toda una corriente que hoy ve en Monreal no sólo a un político moderado y cercano al presidente López Obrador, que además tiene interlocución lo mismo con todos, sino también lo ven como un presidenciable de Morena que estorba a los planes y ambiciones de la izquierda radical. Ven a Ricardo Monreal como un “negociador” con grupos que ellos detestan y quisieran eliminar como los empresarios, los comunicadores críticos y hasta los dirigentes de la oposición.
En la embestida contra Monreal van los mismos personajes y grupos que se juntaron para que, en 2018, el zacatecano no pudiera ser candidato a Jefe de Gobierno de la CDMX: desde la demandada Yeidckol Polevnsky, hasta el senador Martí Batres, pasando por el ala dura del gabinete: Rocío Nahle, Irma Eréndira Sandoval y Luisa María Alcalde, además de la tribu de Bertha Luján y Héctor Polanco en Morena, y por supuesto la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Los más duros del morenismo, utilizando sus granjas de bots, armaron la ofensiva para desacreditar a Monreal como “traidor y desleal” por hablar con un periodista que ellos detestan.
Curiosamente el mismo día que le enderezan esta andanada a Monreal, el presidente López Obrador recibió en Palacio Nacional al senador zacatecano para hablar de los temas que se tratarán en el periodo extraordinario del Senado, en lo relativo a las leyes que se modificarán para la entrada en vigor del T-MEC y otros asuntos que aún requieren de consensos y negociaciones con la oposición. En ese encuentro, que confirma que nada de lo que hace Monreal le es ajeno al Presidente, le comentó también de su propuesta de reanudar el diálogo con los empresarios del país y López Obrador le pidió al líder senatorial que fuera “un puente” para retomar el intercambio interrumpido con los empresarios tras las desencuentros que provocó la crisis por el Covid-19.
Y si Monreal mantiene la confianza y la comunicación directa con el presidente López Obrador, entonces el verdadero fuego amigo en contra del zacatecano no viene de Palacio Nacional sino tal vez de los sótanos de la izquierda más radical que encuentra en la intolerancia y la supuesta lealtad a muerte contra una de los suyos, el pretexto perfecto para embestir contra la figura presidenciable que es el líder del Senado como la oportunidad de eliminar a un competidor para la aún lejana sucesión presidencial.
La pugna entre radicales y moderados en Morena ya tiene que ver no sólo con controlar y manejar al partido y sus millonarios recursos, sino que también se pelean las cuotas y codiciadas candidaturas para las elecciones de 2021 y por supuesto el control del gobierno de López Obrador desde donde pretenden no sólo instaurar una “revolución” cada vez más radical y polarizante, sino también definir quién sería el candidato que busque en el 2024 mantener el poder en manos de la izquierda más radical de Morena.