El 21 de abril se declaró la fase 3 de la estrategia contra el coronavirus con medidas más enérgicas frente al mayor riesgo de contagio. Es ahora urgente ejecutar una fase 3 contra la “pandemia económica”, por el mayor peligro del desplome de la economía y de una crisis financiera.
Podríamos decir que la Fase 1 de la pandemia económica, la del “mundo feliz-feliz”, transcurrió durante 2019. Nadie sabía que ya se iniciaba la enfermedad. México en lugar de crecer al 4%, creció “0”%.
La Fase 2 va de marzo, al 21 de abril. Inicialmente se trivializó, no se actuó. Cuando se extienden dramáticamente los contagiados y los muertos, se comienza a adoptar medidas de distanciamiento social, lo cual conlleva a la parálisis productiva en algunos sectores: alto desempleo y pronósticos de crecimiento en picada. A esto se suma el desplome de los precios del petróleo. Es decir, se produce una pandemia provocada por un poderoso “virus múltiple” que afecta salud, economía, petróleo, violencia. Este virus se nutre de los errores del gobierno que no escucha diagnósticos y aplica remedios equivocados.
Como inicialmente, contra la del CV20, estamos muy atrasados: no reconocemos la gravedad del peligro, “porque estamos blindados”. La verdad es que carecemos de un Programa, el anunciado el 23 de abril: es un recuento de acciones en curso, muy limitado, “más de lo mismo”, salvo que refuerza recortes de gasto contraccionista, cuando el ahorro podría darse por la suspensión de proyectos insustentables. Vamos contra corriente y a la “cola” de los principales países, incluyendo los de América Latina, que introducen ambiciosos programas fiscales contracíclicos de entre 5 y 20% del PIB. El mundo sale del neoliberalismo. México se adentra. La única excepción fue el buen Programa del Banco de México para apoyar la liquidez de los mercados y la emisión de deuda de SHCP como salvavidas fiscal.
Urge una fase 3 para esta “pandemia económica”. En ausencia, de medidas sensatas y eficaces, todos los indicadores se disparan en curva ascendente de peligro. No se generará el ilusorio empleo de 2 millones, se puede perder un millón; el 2º trimestre puede ser el de mayor caída de nuestra historia: -15%, y la del año de 10%; las remesas caen 20%; turismo, nulo; Pemex es una “bomba”; avanzamos hacia el colapso del sector salud con saturación de hospitales: aumento de la violencia, polarización social, insensibilidad a escuchar lo sensato. El gobierno no reacciona a múltiples iniciativas, de acuerdos nacionales con propuestas concretas bastante convergentes, aquí y con el resto del mundo. En la desorientación total, la contaminación mental se extiende semanalmente: medidas contraccionistas y no anticíclicas, aumentar la producción de petróleo cuando todos la recortan, la “ciencia es neoliberal”, el desencuentro del crédito BID. No podemos descartar que en la 2ª mitad del año pudiera detonarse una magna crisis financiera, como las de 1929, 1982, 1994, 2008, expresada por estos síntomas: fiebre alta-depreciación del peso; tos seca-salidas de capital; falta de oxígeno-escasez de producción. El problema es que el gobierno no está preparado para enfrentarla por su falta de realismo, previsión, capacidad de actuar más allá de la retórica. La sociedad tendrá que presionar y negociar con el gobierno para conformar un gabinete de “unidad nacional”, sustituyendo a los ministros incompetentes con la mejor gente; rehacer un “Programa Integral” verdadero; crear un “Consejo Nacional” representativo que dé seguimiento; hacer rectificaciones importantes de rumbo. Lamentablemente, si no se actúa, al tocar el fondo de la alcancía, la ignominia será acudir al FMI. Si algunos “fedayines” quieren diferir el problema, descargando culpas en empresarios o por medidas radicales, como la nacionalización del ahorro (¿Afores?) o empresas, el problema sólo se difiere y se agudiza, como en ‘82. Ojalá, antes, se convoque a una Fase 3 económica, eficaz, concertada con la sociedad para “salir del hoyo”.