Pedro Barragán es maestro rural originario de Iguala de la Independencia, Guerrero y desde hace ocho años es docente de nivel básico, ha trabajado con personas con discapacidad auditiva, visual y motriz. Desde hace un par de meses, debe trasladarse cinco horas para dar clases en una escuela rural, así lo relató a Ciudadanos en Red.
Con una población de 3.5 millones, Guerrero es uno de los estados con mayor número de personas que vive en localidades rurales, pues el 40 por ciento de los pobladores habita en ellas, esto de acuerdo con los últimos datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
La escuela donde Pedro da clases a niños de sexto año de primaria se encuentra en La Sierra, en la octava región de Guerrero, muy conocida por los constantes enfrentamientos entre grupos delictivos.
Pedro menciona que su labor como maestro rural no lo hace por una cuestión monetaria, si no por la satisfacción de mostrar a los niños que existen diversas opciones para salir adelante que no impliquen adentrarse en el entorno de violencia del estado.
“Yo también soy originario de un pueblo lejano y yo sé lo que es tener carencias en esa cuestión de que no haya maestros, de que no van. Los niños también necesitan ver un panorama diferente, viven en una zona ‘caliente’, por la delincuencia”, menciona.
Asimismo, relata que su familia le cuestionó la decisión de aceptar una plaza a cinco horas de su hogar, pues antes ya daba clases en una escuela privada donde tenía distintas comodidades y sus alumnos tenían acceso a muchas herramientas que facilitaban el quehacer educativo.
“Aquí donde estaba en una escuela privada, ellos tienen acceso a todas las tecnologías, hay muchos maestros, pero ¿y las zonas alejadas donde ningún maestro se quiere ir? ¿allá quién va a ir a dar clases? ¿quién va a llevar la educación”, dice.
El que los maestros no acepten plazas en lugares alejados es algo muy común, explica Pedro, pues dice que, al momento de la asignación de 221 plazas, cuando él tuvo que hacer este trámite, varios docentes decidieron rechazar las suyas porque sólo quedaba disponible esta zona.
“Dijeron ‘mejor rechazo la plaza, primero es mi integridad’ y es entendible, pero si uno no toma la decisión de irse, ¿quién lo va a hacer?, uno tiene que arriesgarse, pero vale mucho la pena”, añade.
Un largo camino para llevar la educación
Para que Pedro pueda ir a dar clases, es necesario que tome un camión que diariamente viaja directo a la localidad rural donde está su escuela, pero, debe irse un día antes, pues son cinco horas de camino.
Él, junto con otros cinco maestros, viajan todos los domingos para llegar puntualmente el lunes a sus aulas y se alojan toda la semana en la Casa del Maestro; los viernes, viajan de regreso a sus hogares.
“Está un poco retirado y hay un solo transporte, pero, todos los días sale de aquí de Iguala a las tres de la tarde, si quiero irme en este transporte me tengo que ir desde el domingo (…) la ventaja ahí, una ayuda para nosotros es que existe la Casa del Maestro, en el cual ahí nosotros nos quedamos a vivir pero está en malas condiciones, está agrietada por lo del temblor, no tenemos agua, tenemos demasiadas carencias”, explica.
En esa zona, detalla, no hay lugares donde pueda comprar comida, es por eso que con sus colegas se organiza para que cada semana, se lleve lo necesario para poder cocinar.
“Es muy difícil allá, no hay donde vendan comida, lo que hacemos (los maestros) es que nos turnamos, llevamos lo que podamos para allá tener algo”, dice.
Educación rural en tiempos de pandemia
En esto momento, por las exigencias sanitarias de la pandemia por COVID-19, el maestro rural debe trabajar dos semanas de manera virtual y dos en presencial, es decir, se encuentran en un sistema híbrido.
Cuando la pandemia por COVID-19 se encontraba en su punto más alto, era más complicado poder dar clases, pues en una comunidad que carece de conectividad, los alumnos sólo podían tomar clases dos días a la semana.
“Para tener acceso a internet se debe pagar una ficha que cuesta 26 pesos y sólo te dura 24 horas, si fuese diario sería muchísimo gasto para los padres así que nada más se conectaban dos días por semana, que era el lunes y el viernes”, explica
Detalló además, que hubo un par de meses en los que no pudieron tener contacto, ya que por las lluvias en la región, hubo un derrumbe que provocó la caída de varios postes que dejaron a muchas familias sin luz y sin conectividad, y por lo tanto, sin clases.
De acuerdo con los datos de Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2020 del INEGI, 78.3% de la población urbana es usuaria de internet. En la zona rural la población usuaria se ubica en 50.4 por ciento.
Respecto de la disponibilidad Internet en los hogares a nivel de entidad federativa, las que observaron los valores más altos fueron Ciudad de México con 80.5%, y Sonora con el 79.5%, mientras que los estados que registraron los valores más bajos fueron Chiapas con 27.3% y Oaxaca con el 40.0%. En este caso, Guerrero se situó en el lugar número 28 con apenas el 47.1%.
En la cuestión sanitaria para evitar contagios de COVID-19, los padres son los que tienen que apoyar para el mantenimiento de la escuela, Pedro menciona que ellos mismos se organizaron para instalar lavabos y bebederos de agua con filtros.
“Ellos mismos formaron su comité de salud y son muy responsables, van a las entradas para estar sanitizando, usar gel antibacterial, tomar la temperatura (…) pero por parte del gobierno, no tenemos ningún apoyo”, agrega.
Varios insumos también han tenido que salir del bolsillo de Pedro, pues él mismo ha llevado paquetes de cubrebocas para sus alumnos y gel antibacterial para tener en su salón.
Inseguridad, un problema constante del maestro rural
Por otra parte, el maestro rural Pedro explica que los niveles de inseguridad son prácticamente algo difícil de creer pues incluso, el salón donde da clase tiene varios orificios de balas debido a los constantes enfrentamientos entre bandas delictivas.
Asimismo, describe que parte del trayecto que debe pasar para llegar a la comunidad, es terracería donde abundan los enfrentamientos y se pueden apreciar a la distancia varias casas prácticamente destruidas por las balas.
“Es muy impactante, uno ve los noticieros, ve imágenes, pero no es como estar ahí”, dice.
Pedro evita decir el nombre de la comunidad y de quienes son las autoridades, pero asegura que el presidente municipal es una persona muy reconocida por sus labores ilícitas con las que obtiene dinero que a veces, es donado a las escuelas.
“Pues de ahí se construyó un área donde tienen los bebederos de agua, los lavabos que tienen su propia toma de agua, surtieron de gel antibacterial pero, lamentablemente el dinero que se usó, pues… es ilícito”, agrega.
Para las maestras, dice, la inseguridad es peor y existe el antecedente de que han intentado agredirlas sexualmente pues se sabe que ellas se alojan también en las casas para maestros.
Por último, Pedro reitera en cada momento que el esfuerzo y sacrificio que hace vale completamente la pena pues, disfruta mucho la emoción de sus alumnos al aprender cosas nuevas.
“Los niños ponen mucho empeño, esa es la ventaja, eso me motiva mucho porque ellos son buenos para recibir la información y procesarlo, eso hacía falta también, que un maestro los guiara”.
De acuerdo con la UNICEF, existen más de 4 millones de niños, niñas y adolescentes mexicanos que están fuera del proceso educativo. Sin la oportunidad de aprender, los niños no pueden desarrollar todo su potencial y son más propensos a quedar atrapados en el ciclo de pobreza que viven, tener una salud deficiente y trabajar forzadamente, a menudo en entornos peligrosos.