AMLO: de comandante supremo a subordinado de las Fuerzas Armadas

Viri Ríos analiza las consecuencias para el gobierno federal de que AMLO aumente el poder y control del Ejército en actividades civiles.

De comandante a subordinado

En la columna El comandante cada-vez-menos-supremo de las Fuerzas Armadas publicada en El País, Viri Ríos pone de manifiesto las graves consecuencias que tiene para la nación que el presidente Andrés Manuel López Obrador haya puesto en manos del Ejército el control de actividades civiles.

En el marco de los Guacamaya Leaks, Ríos destaca el desplazamiento de mandos civiles de tareas fundamentales dentro del gobierno federal para cederlas a los militares, decisión que debilita el aparato burocrático y contraviene el equilibro que debe permanecer entre los dos ámbitos.

“López Obrador está jugando con fuego al ponerse en situaciones que lo hacen dependiente del poder militar. En ninguna otra área esto es más evidente que en las labores de inteligencia, un instrumento imprescindible de gobernanza que ha quedado depositado enteramente en mandos militares. Mandos que han comenzado a dar señales de operar sin la anuencia del poder civil”.

En los hechos, la peor repercusión implicaría la subordinación de la figura del presidente a la voluntad de las Fuerzas Armadas, a pesar de que en la ley el titular del ejecutivo detente el cargo de comandante supremo.

Espionaje a periodistas

Con la confirmación de que el Ejército mexicano compró un spyware para monitorear a periodistas, AMLO quedó nuevamente expuesto y la explicación gira en torno a dos opciones: o el presidente mintió respecto a que su gobierno no espía a la prensa o que él no es consultado sobre los movimientos que realiza la Sedena.

Viri Ríos señala que AMLO ha propiciado una mayor concentración del poder en la milicia que incluye labores de inteligencia. Basta con citar que el desmantelamiento del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (Cisen) se hizo para crear el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que opera bajo el mando de Audomaro Martínez, militar tabasqueño. Así como el hecho de que el general Luis Rodríguez Bucio está a cargo de las actividades de inteligencia de la Guardia Nacional, compuesta en su mayoría por efectivos militares.

Sin dejar de mencionar que uno de los Centros Regionales de Fusión de Inteligencia (CRFI) de la Sedena estuvo implicado en el caso Ayotzinapa. El pacto histórico que separaba al poder político de la influencia militar se rompió en el actual sexenio, puntualiza la periodista.

“El equilibrio se mantuvo porque nunca se permitió que el Ejército tuviera control de actividades especializadas que los volvieran imprescindibles para el poder civil. Al no tener control sobre nada relevante, el Ejército era inocuo”.

Un escenario peligroso

La injerencia del Ejército está en todos los ámbitos, desde la dirección de magnos proyectos de obra pública, administración de empresas del Estado, dentro de las tareas de seguridad pública, hasta hacer jardinería en Palacio Nacional. Presencia que Ríos describe como un escenario peligroso.

“Anteriormente, la naturaleza autónoma y secreta del Ejército se circunscribía a ámbitos militares limitados. Hoy toca cada vez más esferas de la vida pública con la misma discrecionalidad. Más aún, el poder civil cada vez se vuelve más dependiente de ellos. La pregunta es en qué momento, al seguir este camino, López Obrador dejará de ser el comandante de facto de las Fuerzas Armadas y comenzará a ser su subordinado”.

Con información de El País.

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