Gobierno federal no quiere ni puede enfrentar al crimen organizado

Para el presidente la inseguridad y violencia en el país no son un problema de su competencia, son un asunto circunstancial.

Los sueños guajiros de AMLO

Desde su llegada a la presidencia de México y a la fecha, Andrés Manuel López Obrador se ha referido al problema de la inseguridad y la violencia en el país como un problema heredado, una guerra que él no inició, un producto de las prácticas neoliberales, todo menos un asunto que le competa resolver.

Jacobo Dayán, especialista en Derecho Penal Internacional, Justicia Transicional y Derechos Humanos; aborda las razones ideológicas detrás de la estrategia de seguridad del presidente para comprender por qué en su sexenio se han disparado las cifras de homicidios dolosos, hay una mayor presencia de los grupos criminales en el territorio mexicano y los delitos siguen incontenibles.

Dayán, como otros analistas, coincide en que la añoranza de AMLO por el pasado ha sido el sello distintivo de muchas, sino que todas, sus políticas de gobierno. Su visión idílica de periodos y personajes de la historia de México lo ha trastocado hasta tal punto de llamar Cuarta Transformación a su ambición política. Como Plutarco Elías Calles con la Revolución, dice Jacobo, López Obrador se mira a sí mismo como el pacificador y ordenador del país después de la época neoliberal.

“Entonces la pacificación se logró con una gran concentración de poder en una persona, la conformación de un partido de Estado a partir de diversos movimientos sociales, la justicia entendida solo en clave política, predominio de militares en la política y la entrega territorial a grupos armados no estatales locales. Esos poderes serían la ley en lo local. Podrían hacer y deshacer en sus zonas de control. Territorio y población fueron su botín. Esa fue la estrategia, esa es hoy”.

Jacobo Dayán

Territorio y población abandonados por el Estado

La realidad hoy en día es más cruenta y las negociaciones se hacen en lo local, gracias a la colusión de las autoridades y las fuerzas del orden con los grupos delictivos.

Para AMLO es más fácil repartir culpas, especialmente a Felipe Calderón, y dejar su responsabilidad al permitir que las bandas criminales se ataquen entre ellas, aunque eso implique llevarse entre las patas a poblaciones enteras que deben lidiar con la violencia, las extorsiones, secuestros, trata, desplazamientos forzados y asesinatos. El objetivo es entregarles los territorios y que “se maten entre ellos”.

“Aunque pretende diferenciarse de Calderón, ambos creen que solo con la fuerza violenta se combate a la inseguridad. Uno lanzando al ejército buscando ser la fuerza dominante, el otro anhelando grupos violentos hegemónicos por región. No se quiere parecer a Calderón, pero ambos creen que la verdad y la justicia son irrelevantes para conseguir la pacificación”.

Jacobo Dayán

En este análisis, Dayán señala que para pactar con las organizaciones criminales no basta dejarlos hacer para tener “paz”, sino que el Estado debe mostrar músculo, poder, y es algo de lo que carece este gobierno al mostrar a las fuerzas armadas como un grupo pasivo, sin apoyo de las policías ni las fiscalías mismas que solo sirven de instrumento político, pero no social.

Así como permitir los vínculos político-criminales, un serio desmantelamiento de las instituciones y dejar intactas las estructuras económicas del crimen intactas.

“AMLO no es un ser de Estado, ni de Estado de derecho, ni de Estado democrático. Su ámbito es el del púlpito, la épica, la ocurrencia, las frases pegajosas, aunque vacías, y la descalificación”.

Jacobo Dayán

Con información de Animal Político.

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