El día de ayer se dio a conocer que la venta de autos en China durante febrero cayó en 80 por ciento.
Esto significa que se vendieron cerca de 300 mil autos el mes pasado, cuando un año antes se habían vendido 1.5 millones. Hubo una pérdida de 1.2 millones de vehículos en solo un mes.
Solo como referencia, en los mejores meses de venta de autos, hace un par de años, llegaron a venderse 3 millones de unidades.
Hay más.
Esta semana se dio a conocer que un índice de compras de gerentes en la manufactura china, el Caixin Media, cayó en enero a 27.5 puntos desde un nivel previo de 51.9 puntos en diciembre. Es decir, la caída fue de 47 por ciento.
De esa magnitud están siendo los ajustes a las expectativas de crecimiento. Todos los grupos de análisis están siguiendo los datos, pero si se confirman los que le hemos referido, veríamos el peor año en la historia económica de China, por lo menos desde que hay información pública.
La economía china, en números redondos, equivale a una quinta parte del PIB mundial. Un desastre económico en China va a propagarse a todo el mundo.
Si, por ejemplo, la economía china cayera 2 por ciento anual en el primer trimestre de este año, esto implicaría una pérdida de 76 mil millones de dólares en solo ese lapso.
Resulta ridículo que se pretenda que un fondo de 8 mil millones de dólares, como el que se anunció en EU, sea lo que entusiasme a los mercados.
Tendremos altibajos de los mercados financieros, pero por ahora, solo bajas y bajas de las perspectivas de la economía real.
Entiendo la prevención que tienen muchas autoridades respecto a dimensionar con objetividad el impacto que esta epidemia (y quizá futura pandemia) podría tener en la economía real.
Quieren evitar que surja el pesimismo y que por razones exclusivamente anímicas se frene la economía.
Creo que ya es tarde para poder evitarlo. Habrá un freno económico severo, del que muy pocos podrán escaparse. Y por cierto, no será México quien lo haga.
Hace un par de días, el secretario Herrera habló de dos tipos de respuesta de la autoridad hacendaria frente a la problemática asociada al coronavirus. La primera tiene que facilitar que fluyan recursos al sector salud. Qué bueno que así suceda.
La segunda tiene que ver con tomar medidas macroeconómicas en caso de que la economía se descomponga. Y allí lo que se anunció es que la autoridad estaría atenta.
Se da por descontado que el Banxico seguirá con su trayecto de bajas en las tasas de interés, tras la decisión de la Fed de bajar las tasas en medio punto.
Pero, al mismo tiempo, hay muchas dudas de si la política monetaria va a tener la capacidad de activar la economía en medio de un desastre como el que estamos viendo –por lo pronto– en China.
Por cierto, como un apunte final. Si los efectos del coronavirus le pegan a la economía de Estados Unidos y se empieza a desacelerar, a aumentar la tasa de desempleo, a frenar la inversión, tenga la certeza de que va a cambiar la perspectiva electoral.
La ventaja de Trump en la opinión pública se diluiría rápidamente y se convertiría en un candidato altamente vulnerable.
Es en ese contexto en el que Biden hoy se encuentra de fiesta.
Desde que proclamó su candidatura, no ha tenido una coyuntura tan favorable como la que hoy vive.
Veremos en los siguientes días si es capaz de aprovecharla y despegarse de Sanders en la carrera presidencial.