Ciudad del ruido

Autor: Salvador Camarena

Este fin de semana los vecinos de Polanco padecieron el ruidajal producido en un festival que se llevó a cabo en el Campo Marte. Por qué este recinto se está usando de antro –no sólo en estos días, sino desde hace meses– es un tema que ya abordaremos, pero por lo pronto hablemos del ruido.

En Ciudad de México hemos llegado a un punto en que todos pensamos que podemos hacer ruido todo el tiempo. Esta es la conclusión a la que ha llegado la académica Jimena de Gortari, estudiosa del tema ruido.

De la Zona Rosa a Coyoacán, de Polanco al Centro Histórico, si hay algo democrático en la capital, es que no se está a salvo del ruido en ningún lado.

De Gortari llama la atención sobre varias fuentes de ruido, con sus respectivas problemáticas, desde la que pareciera más anodina a las más complejas.

Para la especialista, el ruido que se genera en los complejos vecinales ha escalado en tal forma que representa una amenaza constante de episodios de violencia entre los capitalinos.

La ciudad tampoco ha sabido resolver, opina De Gortari, el reto de los usos mixtos de suelo. No hay autoridad que de verdad concilie la vocación de los giros mercantiles con los derechos de los barrios.

Los otros dos frentes de crisis por ruido son generados por la movilidad –desde el transporte de personas y productos hasta los aviones en la Narvarte y otras colonias en la ruta de bajada hacia al aeropuerto– y por las obras privadas y públicas, como las de reencarpetamiento, que (les habrá tocado) se hacen de 9pm a 4 am, para no fastidiar el tránsito diurno de vehículos. Increíble, pero cierto.

Como en otras cosas en México, hay normas para lidiar con esa calamidad, pero no hay quién sepa o quiera aplicarlas realmente.

¿Que usted tiene una queja por ruido? Es posible que la PAOT llegue a revisar al día siguiente, a los dos días, o a la semana. Es decir, cuando es factible que ya no exista el emisor que usted quería denunciar.

¿Que llama la policía para quejarse? Resulta que la policía no tiene sonómetros. ¿Llama a la alcaldía? Suerte, pues si acaso responden su llamada, tampoco tienen sonómetros.

Sin sonómetros nadie podrá bien a bien decir si su queja es fundada porque nadie podrá (salvo la PAOT, que sí tiene unos cuantos técnicos bien capacitados pero insuficientes) verificar que oficialmente el antro o el evento que a usted le roba la tranquilidad o el sueño viola la norma.

Por el ruido se pierde valor de plusvalía, productividad, tranquilidad y salud. Pero puede ser que estemos perdiendo algo más.

Porque no he mencionado algo que es inocultable. Los vecinos en ocasiones no se atreven a denunciar a algunos establecimientos mega-ruidosos, como los de Amberes, en la Juárez, o los de calles del Centro Histórico, porque podrán estar privados de sueño, pero no están locos: es evidente que en no pocos de esos antros la ley que gobierna es la de la maña, no la que cobra impuestos en Tesorería. Y los gobernantes (es un decir) claro que advierten ese empoderamiento del crimen, pero son cómplices por acción u omisión de esos sonoros negocios. Es decir, el ruido como una clara señal del poderío de los criminales.

Qué fácil sería decir que todo es culpa de la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial. Decirlo sería hacernos tontos. Sin el apoyo de otras dependencias como la de Medio Ambiente o el INVEA, de las alcaldías, de la Secretaría de Gobierno (por cierto, ¿hay Secretaría de Gobierno en la CDMX?) o de la jefatura misma, sin voluntad política pues, es casi nada lo que la PAOT puede hacer, y así la vida en la capital, por lo menos en cuanto ruido, seguirá en su ruidosa marcha hacia el deterioro. Y lo hará de una manera nada silenciosa.

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