Mientras el Ejército huye, la estrategia de seguridad fracasa

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En defensa de su política de “abrazos, no balazos”, el presidente afirmó que militares que huyeron del crimen organizado en Nueva Italia, Michoacán, fueron “muy inteligentes” y mostraron “una actitud responsable” para evitar un enfrentamiento armado.

¿Inteligencia y responsabilidad?

En la conferencia matutina de este jueves, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que los miembros del Ejército que huyeron de integrantes del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en Nueva Italia, Michoacán, fueron “muy inteligentes” y mostraron “una actitud responsable”, pues lo que buscaban al retirarse del lugar era evitar un enfrentamiento armado, el mismo argumentó que se usó hace más de dos años con el “Culiacanazo'” de 2019, aquella batalla que ganó el crimen organizado para liberar a Ovidio Guzmán.

Hoy, López Obrador remató su discurso a favor de la estrategia de “abrazos, no balazos” con un “también cuidamos a los integrantes de las bandas, son seres humanos”. Sí, lo son, pero parece obviar que también son personas con una larga lista de crímenes que permanecen en la impunidad. Y no solo están libres, sino que esa misma impunidad los ha llevado al extremo de amedrentar, sin respeto alguno, a aquellos que deberían detenerlos.

Lo que el presidente no parece comprender es que ni los ciudadanos ni sus opositores le piden que inicie una masacre contra los miembros del crimen organizado: exigimos justicia y una estrategia que realmente funcione para no tener que ver imágenes tan vergonzosas como la que de ayer, donde miembros de las principales fuerzas de seguridad del país se someten y se rinden ante la delincuencia. Si los delincuentes no tienen respeto a nuestras autoridades, ¿cómo va a lograr el presidente reducir los altos índices de violencia?

La inseguridad no para

Para el mandatario, “enfrentar violencia con violencia” y “el mal con el mal” no es opción. Pero tampoco parece distinguir que la justicia también requiere de instituciones de seguridad y de impartición de justicia sólidas, capaces de enfrentar de frente la enorme e imparable ola de violencia que vive el país.

Cabe recordar que en la última entrega de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del Inegi, publicada en abril, la percepción de inseguridad de los mexicanos aumentó de 65.8% en diciembre de 2021 a 66.2% en marzo de este año: casi 7 de cada 10 mexicanos mayores de 18 años sienten que vivir en sus ciudades es inseguro. Es cierto que se deben atender las causas de la violencia, incentivar la cohesión social y la recuperación de espacios públicos, tejer estrategias de prevención, pero es innegable la necesidad de frenar a quienes ya cruzaron esa línea.

La seguridad del país y la defensa de la integridad de todos los mexicanos van más allá de una estrategia en la que se presume de tener reuniones del presidente con su gabinete de seguridad a las seis de la mañana, las cuales no han detenido los más de 110 mil homicidios dolosos en el país. No se puede seguir culpando al pasado y a quienes no comulgan con la Cuarta Transformación, como se ha hecho en cada discurso presidencial y como lo hacen sus simpatizantes y funcionarios.

El presidente asegura, como lo hizo el pasado 21 de abril, tras la presentación del Informe de Seguridad en su conferencia matutina, que la existencia de una percepción de mayor inseguridad entre los mexicanos se debe a “asuntos políticos” y a la difusión de información de sus opositores, quienes, según él, “todo lo quieren resolver con el uso de la fuerza, con cárceles, con amenazas de mano dura, con leyes más severas”. Mientras tanto, mayo inició con una cifra récord de asesinatos y la sociedad permanece en el desamparo de una estrategia de seguridad que ha resultado a todas luces fallida e insuficiente.

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