Perdidas y lejanas

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Autor: Javier Risco

En la última semana de octubre de 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador se paseaba con la bandera del gobierno de transición, uno de los temas principales de la agenda nacional fue el trato al migrante centroamericano. Durante un acto en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, fue contundente: “Nada de maltrato a los migrantes centroamericanos”. En aquel entonces les pidió tanto al gobernador, Manuel Velasco, como al electo Rutilio Escandón, que se mantuvieran al pendiente para que se protegiera a los migrantes y se garantizara que tuvieran dónde dormir, así como protección para las familias, mujeres y niños.

Las palabras de Andrés Manuel López Obrador se daban mientras la caravana de migrantes centroamericanos se dirigía a Tapachula; era tiempo de promesas y de señalamientos al gobierno que se iba, Peña Nieto había sido un despiadado con los migrantes centroamericanos y la 4T llegaba a remediarlo.

Por esos mismos días, el padre Alejandro Solalinde, uno de los hombres que han dedicado su vida a proteger los derechos de los migrantes, le dio una entrevista al prestigioso medio El Faro. El periodista Carlos Martínez le hizo la siguiente pregunta: ¿Cree que México está en capacidad de absorber durante los siguientes tres años al flujo migratorio centroamericano?; no dudó, Solalinde contestó: “¡Más que eso! México no está ofreciendo un servicio en licitación, en competencia con otros. No es un país que pueda decidir si somos capaces o no, o si lo hacemos o no, la migración no se anuncia, ya está. México debe recibirlos”. Qué tiempos de derechos humanos, de políticas dignas y de respeto a los que decidieron jugarse la vida, dejarlo todo y migrar.

No se han cumplido ni dos años de esas declaraciones y hoy parecen perdidas y lejanas. El gobierno de López Obrador contuvo ayer, a golpes y gases lacrimógenos, a cientos de migrantes centroamericanos que intentaron cruzar por el río Suchiate; las imágenes mostraron una fuerza desmedida por parte de la Guardia Nacional, que se protegía con unos escudos de plástico con la leyenda “Policía Militar”. No cabe duda que el principal opositor del actual Presidente es su propia boca hace apenas unos meses.

Y el padre Solalinde, en una entrevista fechada el 15 de enero pasado al diario El País, muestra una cara que no conocíamos, la del activista del lado del Estado, en una frase que desnuda su nueva visión del mundo: “La emigración es noble, pero también llegan jóvenes muy maleados, diseñados, desde que son pequeños, para matar. Había que poner orden, porque la frontera se nos va de las manos”.

Entre políticas de poner orden y miles de elementos de la Guardia Nacional, México se ha consolidado como ese muro imbatible, cuando se lo propone, para los migrantes centroamericanos. Habrá que recordarle al gobierno de López Obrador que no se contiene el flujo migratorio militarizando la frontera, para muestra nuestra relación de décadas con Estados Unidos.

Empieza este año con la misma mano dura que el pasado, y lo que se pensaba que había sido una medida extrema para evitar una crisis arancelaria con Estados Unidos, se está volviendo una política de Estado, una tendencia de este gobierno para criminalizar al migrante y violar los derechos humanos. López Obrador ya no se reconoce antes del poder.

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