Evitemos el pensamiento mágico frente al coronavirus

no hay cubrebocas

Ricardo Raphael

Quisiéramos pensar que el problema no es grave pero el mundo entero nos está gritando que el coronavirus nos va a provocar un daño severo en las semanas que vienen. Ayer por la mañana, la Organización Mundial de la Salud declaró que se trata de una pandemia; por la noche Donald Trump anunció que suspenderá los vuelos provenientes del continente europeo; en España los aeropuertos más importantes han cerrado y un número importante de ciudades italianas impusieron controles muy severos para evitar el contacto humano en los espacios públicos.

Sin duda, el peor panorama lo ofreció Ángela Merkel: según cifras de la canciller alemana los decesos en su país, por obra del coronavirus, podrían alcanzar la cifra de los 387 mil.

Es cierto que, mirando el mapa de la pandemia, hasta ahora el virus nos ha ahorrado dolores de cabeza. América Latina y África muestran los niveles más bajos de contagio. Sin embargo, nada asegura que esta circunstancia vaya a continuar. México no está apartado de los flujos de contacto humano que sirven como vehículo para el virus.

Los cálculos que aportó la canciller Merkel, aplicados a nuestra realidad, podrían implicar un escenario desolador. Si fuese cierto que este virus tiene capacidad para alcanzar a dos tercios de la población, esto querría decir que al menos 84 millones de personas serían infectadas por la pandemia en nuestro país.

Esto implicaría también, siguiendo el mismo cálculo que hizo Merkel, que alrededor de 600 mil personas en México podrían perder la vida por el coronavirus. El número es aterrador y sin embargo responde a dos operaciones matemáticas simples.

De acuerdo con la experiencia, de no hacer nada el virus contagia a dos tercios de las personas que entran en contacto con él; luego, el 0.7% de los infectados tiende a ser víctima mortal de la pandemia.

El 66% de 127 millones de mexicanos son 84 millones, y el 0.7% de esa cifra son 586 mil personas.

En los países asiáticos el porcentaje de las víctimas fatales –respecto del número total de personas infectadas– fue aún mayor: entre un 2 y un 4%. Sin embargo, fuera de esa región del planeta la tasa de letalidad ha sido, en efecto, de alrededor de un 0.7% de los portadores del virus.

Esto querría decir, en el peor escenario, que México podría llegar a contar entre 1 millón 676 mil y 3 millones 352 mil víctimas fatales. Pero vale insistir con que estas tasas tan elevadas no se han presentado fuera de China y otros países asiáticos.

Con todo, no hay manera de seguir evadiendo la realidad sin pecar de irresponsables. Si México se adelanta a las medidas preventivas que otras naciones han implementado –ellas con tardanza e improvisación– podríamos reducir sensiblemente nuestro riesgo.

Hasta el día de ayer, en las conversaciones más banales de la sociedad el tema del coronavirus era objeto de risa. Convencidos de que nuestra salud está por encima de la amenaza presumimos que aquí la pandemia pasará sin dejar nada que lamentar.

Peor aún, con cierta superstición algunos creen que, si se asume una visión tan catastrofista como la de Merkel, vamos a atraer la mala suerte.

Todo lo contrario, México ha tenido la bendición del azar que nos colocó entre las últimas geografías afectadas por la tragedia. Esto nos ofrece una ventaja enorme para prepararnos de tal manera que el coronavirus nos halle blindados cuando por fin se esparza.

Si nos adelantásemos con medidas similares a las que están tomando los países mas afectados, sobre todo para evitar el contacto físico entre las personas y las superficies que son vehículo para el virus, vamos a contar en el futuro la historia de una manera diferente.

Tendríamos sobre todo que ofrecer un cuidado máximo sobre nuestros adultos mayores y otras poblaciones vulnerables.

ZOOM

El pensamiento mágico no es recomendable para situaciones de alto riesgo respecto a la salud. Lo mismo aplica para el ciudadano de a pie que para quienes conducen los destinos de la nación.

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