Asimov y el dilema de amar a un objeto

Isaac Asimov fue un escritor ruso que desarrolló su estudio y literatura en el Siglo XX; es considerado uno de los más grandes divulgadores de la ciencia y uno de los mejores novelistas en el tema de la ciencia ficción; sus textos son claramente una crítica a la sociedad que en su época comenzaba a sufrir avances tecnológicos a los cuales las personas se adaptaban de maneras distintas.

Uno de sus más importantes trabajos fue la serie de los robots, cinco novelas en las que Asimov platea dilemas éticos sobre la utilización de androides en las actividades cotidianas de la vida humana. Pese a que el autor prospecta la convivencia entre el hombre y la máquina antropomórfica en un futuro lejano, la ficción está alcanzando a la realidad.

En algunos medios de comunicación y en las redes sociales circulan videos sobre muñecos hiperrealistas con finalidades sexuales. Para los hombres ya han existido, desde las muñecas inflables, hasta “mujeres” hechas de silicón con rasgos que incluso el cliente puede determinar para su mayor disfrute. En cuanto a las mujeres, el más famoso se llama Gabriel, y se presenta como una continuación social para romper el paradigma de la abnegación femenina en torno a la sexualidad.

En la novela El sol desnudo (1957), Asimov habla del planeta Solaria, en el que las personas viven aisladas y cuya única compañía son los robots quienes cumplen el rol de servidumbre. No obstante, Gladia, personaje principal en esta historia, debe viajar al planeta Aurora en la continuación de la serie, Los robots del amanecer (1983), y en donde al no lograr generar vínculos con los propios humanos, se enamora de Jander, un robot con inteligencia artificial y características totalmente humanas.

El argumento de Los robots del amanecer plantea el dilema de si la destrucción cerebral de un robot es un homicidio o un “roboticidio” o cuál es el tratamiento jurídico que se le debe de dar a un problema de esta naturaleza; sin embargo, la problemática de la vinculación sexual es un tema que Isaac Asimov también refleja en su literatura, algo que hoy debiéramos revisar para entender lo que la sociedad vive al encontrarse con un “ser humano” como producto.

Hoy, estos muñecos de silicón cumplen con la finalidad de satisfacer a los clientes en el aspecto sexual, pero qué va a pasar cuando sean dotados de inteligencia y se puedan comunicar, guarden recuerdos e incluso tengan reacciones de “afecto” por el ser humano que lo posea. Es un poco pensar en el fuerte lazo que las personas generamos con nuestro teléfono celular, ¿qué tan grande sería nuestro afecto por un teléfono inteligente antropomórfico el cual, además de darnos todos los servicios que ya nos brinda, pudiéramos abrazar por las noches e incluso hacer el amor con él?

Ya ha comenzado a circular el término de la “Generación Touch”, personas nacidas a partir de 2010 y quienes en sus primeros meses de vida ya interactúan con dispositivos que tienen conexión a las redes; una de las características de esta tendencia social es la necesidad de una respuesta rápida por parte de su entorno.

¿Qué pasará cuando un ser humano se acostumbre a la inmediatez de todo, incluso del sexo o el amor y entonces prefiera la satisfacción a través de un muñeco casi humano que puede controlar en vez de la interacción con una persona real supeditada a las decisiones de la otra persona?

Basándonos en la literatura de Asimov, estamos en la antesala de una terrible desvinculación social más grande de la que ya se vive gracias a los dispositivos móviles. Una vez más queda claro: avance tecnológico no siempre es progreso.

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