Los nombres borrados

Javier Risco

La importancia de los símbolos. En este país donde la impunidad es la marca más palpable del sistema de justicia, a veces las víctimas se refugian en símbolos; antimonumentos, caminatas dignas, pintas, gritos ensordecedores, puertas descuadradas, o nombres escritos en el Zócalo, estos últimos esperando a ser nombrados o al menos leídos por los cientos de miles que pisan ese suelo o por autoridades que desde su balcón los leen con curiosidad más que con indignación.

La mañana del 8M, desde la Colectiva SJF hicieron un pronunciamiento: “Hoy #8M nombramos a todas las que nos faltan, a las que hoy no pueden marchar con nosotras, a las que nos arrebató la violencia patriarcal. Todas ellas tienen un nombre, una cara, una historia. Hoy sus nombres son el grito de justicia. #NiUnaMenos”. Así, una veintena de mujeres tatuaron el piso de la plaza de la Constitución con nombres como Íngrid E., Maricarmen, Lucero Areli, Joselin, Norma, Alejandra, Janeth D., Julia, Rocío A., Betsy R. y decenas más, mujeres asesinadas como recordatorio en un país que olvida, pero habitado por cientos de miles que no dejan de recordar a las que les faltan. Al final, con pintura rosa, los nombres eran delimitados por la consigna Ni una más.

La imagen era poderosa, sus nombres enmarcaban el epicentro de la protesta, nadie se atrevía a pisarlos, permanecieron ahí debajo de las miles de mujeres que gritaban, un símbolo que las quería nombrar hasta que el tiempo se llevara la pintura… pero no sucedió, en menos de 24 horas el Gobierno de la Ciudad de México mandó un grupo de personas a limpiarlos, los borraron de la noche a la mañana. Esa plaza no se toca, el piso del Zócalo no permite pintas de mujeres asesinadas, no en este gobierno.

¡Vaya torpeza! Hemos escuchado la preocupación y la atención que tiene la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, en casos de violencia de género, varios videos, varias conferencias de prensa, impulsos a la alerta… ¿cómo algo tan simbólico le pudo importar tan poco? Lo pregunto porque era evidente, porque a las víctimas inmersas en un mar de impunidad este tipo de signos las alimenta en la esperanza.

El descuido monumental de borrar los nombres –porque quiero pensar que es un descuido, no imagino a Sheinbaum dando la orden que los borren– habla de lo poco que le importan las víctimas a toda una estructura de gobierno. Nadie cercano a la jefa de Gobierno fue capaz de pedir que no se tocaran esos nombres, nadie tuvo la calma para detenerse y leer al menos en voz baja el nombre de las víctimas, a nadie le importó hasta que ya estaban borrados.

“Es una tontería detenerse en eso”, pensará más de un funcionario de este gobierno, pero justo ahí reside la poca empatía de las autoridades tanto federales como locales con el reclamo de no más impunidad, no más feminicidios. Los servidores públicos han fallado porque no hablan el mismo lenguaje que las víctimas, no les importan las mismas preocupaciones.

Seguramente se iban a borrar los nombres con el tiempo, como sucede con todo; sin embargo, una visita de Sheinbaum a esta pinta de la Colectiva SJF, un resguardo, un respeto a esos nombres, comunica mucho más que cien conferencias prometiendo algo que no ha llegado… justicia para tantas.

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