Con Nevermind, el legendario disco de Nirvana, todos se hicieron ricos excepto el bebé de la portada

Hace tres décadas, Spencer Elden, cuando apenas tenía cuatro meses de vida y sin ser consciente de ello, protagonizó una de las portadas más célebres de la historia de la música: Nevermind, el álbum que catapultó a la fama a Nirvana y puso el grunge en el radar internacional.

“Es extraño formar parte de una imagen tan icónica culturalmente porque, realmente, no tuve nada que ver con ella. Mi madre tiene una historia loca. Dice que, cuando era joven, tuvo una especie de visión de que su bebé iba a estar en todas partes”, contó a las páginas de The Guardian en 2015.

En ese tiempo, los padres de Spencer Elden recibieron 200 dólares por dejar que fotografiaran a su bebé; actualmente él sigue residiendo en Los Ángeles y se dedica profesionalmente al arte urbano, pero luego de 30 años, no ha recibido ninguna ganancia por el uso de su imagen.

En realidad, cuando Spencer cumplió un año, el sello de Nirvana únicamente se limitó a enviarles un álbum de platino y un oso de peluche. “Todos los que participaron en el disco tienen toneladas y toneladas de dinero. Me siento como si fuera lo último del grunge. Vivo en casa de mi madre y conduzco un Honda Civic. Es difícil no enfadarse cuando oyes la cantidad de dinero que había en juego”, explicó en Time. Hace un lustro se planteó la posibilidad de emprender acciones legales contra Geffen Records, pero terminó desistiendo al pensar que era una batalla perdida.

Inicialmente, tanto el grupo como Robert Fisher, el director de arte de la discográfica Geffen Records, se plantearon un concepto visual mucho más explícito para ilustrar Nevermind. “Kurt quería un bebé que estuviera naciendo bajo el agua. En aquella época, antes de que existiera internet, había que ir a la librería local y revisar los libros de partos para encontrar fotos. De modo que es lo que hice… pero no había forma de hacer una portada con ello. No pude encontrar ninguna foto buena. Todas eran demasiado explícitas para usarlas”, explicó Fisher. Tras descartar la idea de mostrar un parto, no les quedó otra que recurrir a un bebé sumergido.

Con la premisa ya clara, solo faltaba encontrar un brazo ejecutor. El elegido fue el fotógrafo Kirk Weddle. “En ese momento yo intentaba hacerme un nombre como el chico de la fotografía submarina”, narró en The Guardian en 2019, “pero cuando me pidieron que hiciera la portada para Nevermind no tenía idea de si podría hacerlo. Hacerle fotos a un bebé era nuevo para mí. ¡No quería que acabara ahogándose por mi culpa!”. Afortunadamente, no hubo que lamentar ninguna desgracia. Sobre todo, porque el anzuelo y el billete se insertaron en un laboratorio días después.

“Acabaron eligiéndome a mí. Y creo que se debió a mi pene: muchos de los otros bebés eran niñas. Me alegro de que no fuera para algo como un álbum de los Backstreet Boys”, bromeó al respecto Spencer en la entrevista que concedió en 2015.

En la misma apostilló: “Mis padres sabían quiénes eran Nirvana, pero no estaban muy interesados en la escena grunge. Mi padre, Rick [quien trabajaba en Hollywood como artista de efectos especiales], asistía en ese momento a la escuela de arte y sus amigos le pedían a menudo ayuda para sus proyectos. Así fue como su amigo Kirk le llamó y le dijo: ‘¿Quieres ganar algo de dinero hoy y tirar a tu hijo a la piscina?’. Mis padres me llevaron allí, al parecer me soplaron en la cara para estimular mi reflejo de inmersión [que hace que los bebés cierren la glotis en el agua], me sumergieron, me hicieron algunas fotos y me sacaron. Eso fue todo. Les pagaron 200 dólares y se fueron a comer tacos después”.

Al principio, el conocido como Nirvana Baby se sentía orgulloso de su hazaña acuática. Hasta se tatuó el logo de Nevermind en el pecho. Después de abandonar sus estudios un año antes de graduarse en el instituto, sus progenitores le animaron a ingresar en una escuela militar. Duró poco, por entonces ya sabía que quería dedicarse al mundo del arte. Su primera oportunidad la tuvo gracias a Shepard Fairey, el diseñador gráfico detrás del cartel Hope (esperanza) que Barack Obama empleó durante su campaña presidencial. Con él pasó cinco años.

A diferencia de cuando era adolescente, con el paso del tiempo Spencer ha ido cambiando su discurso sobre su participación en la famosa portada. Si bien en 2011 se tomaba a guasa que muchas personas se rieran del tamaño de su miembro ―“mi novia sabe la verdad sobre eso”, decía―, en 2016 contó a la revista Time justo lo contrario: “Cuando voy a un partido de béisbol suelo pensar: ‘Tío, probablemente todos en el estadio me han visto desnudo siendo un bebé’. Siento que pasaron por encima de mis derechos como persona”. Tampoco le ha sentado bien que ninguno de los dos miembros supervivientes de la banda, Dave Grohl y Krist Novoselic, hayan contactado con él.

El caso de Elden no es único en el mundo de la música. Está plagado de portadas, especialmente de debuts que no se esperaba que vendieran mucho, que finalmente se hicieron legendarias. El primer disco de Roxy Music, titulado igual que el grupo y publicado en 1972, tiene una de las portadas más reconocibles del rock, con la modelo Kari-Ann Muller posando como una pin-up de los años cincuenta. Ella cobró por esa foto 20 libras.

Con información de El País

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