Historias de impunidad en México

Autor: Jorge Suárez

Pilar (Estado de México, primera parte)

Pilar caminaba rumbo a su casa, estaba por llegar cuando dos tipos en moto la detuvieron y le exigieron sus cosas, por un momento opuso resistencia, pero terminó dando su bolsa. Logró llegar a su casa y contarle a su familia lo que había pasado.

Minutos después llegó la policía, algo extraño dado que no la habían llamado. Habían detenido a dos sospechosos y entre sus cosas encontraron su bolsa con su dirección. Fueron a preguntarle si quería levantar una denuncia, llevaban a los tipos en la camioneta. Pilar se dio cuenta que la policía había llevado hasta la puerta de su casa a los tipos que acababan de asaltarla, qué, aunque iban agachados, es probable que pudieran saber dónde vivía.

Decidió ir a poner la denuncia junto con su hermana. La policía las subió a la misma camioneta donde iban los presuntos ladrones. En el Ministerio Público el proceso de denuncia fue lento y re-victimizante. Le dijeron que como su bolsa parecía de piel, como no la iban a asaltar llevando eso. Además, tenía que probar que las cosas que llevaba en realidad eran suyas. En el transcurso de las horas la familia de los asaltantes llegó al lugar y estaban prácticamente a un lado de ellas. 

Policías se acercaron a Pilar, le dijeron que sus asaltantes probablemente saldrían libres. Que, aunque ya había denuncias por unos tipos que se veían y actuaban exactamente igual que ellos, no podían procesarlos. Le pidieron que cambiara su declaración y dijera que en realidad llevaba siete mil y no los 200 que había dicho. De esta forma había más posibilidades de procesarlos. Ella lo hizo. No sirvió de nada, no se le dio seguimiento al caso y nunca supo que pasó con los tipos. 

Ella decidió cambiar de ruta por miedo a que se los volviera a topar, con el tiempo se mudó y se fue a vivir a Ciudad de México. Ahí le ocurrió una historia casi igual.


Estela (Ciudad de México)

Cuando un tipo la golpeó, ella decidió poner la denuncia por lesiones. El proceso fue tardado. Para valorar sus heridas la mandaron a urgencias de un hospital, ya que no había un médico legista que la revisara. Nunca se pudo proceder contra la persona, nunca hubo seguimiento, se empezaron a perder los papeles y terminó olvidando el caso ya que el tipo no la volvió a buscar.

Años después intentó denunciar a un familiar que le había robado su automóvil. Acudió con su pareja y las cosas se le voltearon. Las autoridades los acusaron a ellos de allanamiento de morada y los amenazaron con encarcelarlos. Decidió dejar las cosas en paz.

Hace poco una expareja le robó dinero y cosas. Un amigo abogado le recomendó que no denunciara, que mejor le diera dinero a policías para que lo levantaran y le dieran una golpiza. La denuncia no iba a servir de nada. Ella no siguió el consejo.


Carlos (Oaxaca)

El hermano de su novia estaba desaparecido y decidieron poner una denuncia para que la policía los ayudara a buscarlo. En el Ministerio Publico les dieron largas y nos les dejaron hacerlo. Les aseguraron que mejor fueran a ver en los hospitales o en la morgue, que seguro ahí aparecía. O que seguro andaba de fiesta y se le había olvidado reportarse. Apareció 3 días después con ropa que no era suya. Dijo que al salir de un antro lo detuvo la policía y se lo llevó. Le quitó todas sus cosas y lo metió en la cárcel donde estuvo todo el tiempo hasta su liberación.


María (Estado de México)

Preocupada por el acoso que sufría su hija y las amenazas que había en su contra, fue a interponer una denuncia. El Ministerio Público le dijo que las pruebas que llevaba, correos electrónicos, mensajes de celular entre otras cosas, no eran suficientes para hacer algo, que cuando hubiera daño físico regresara.


Estefanía (Ciudad de México)

En un puente peatonal le quitaron sus pertenencias. Sabía que la denuncia no serviría de gran cosa, pero decidió hacerlo para que al menos existiera la constancia. Cuando llegó al Ministerio Público los policías intentaron desanimarla. Le dijeron que la licenciada estaba cansada y que el proceso iba a ser tardado. Efectivamente pasó 4 horas en el lugar declarando. Le dieron una clave para que pudiera revisar por internet como iba su caso. Le comentaron que a veces no funcionaba pero que ahí podría ver los avances. La clave nunca sirvió, nunca supo que pasó con su denuncia.


Marcela (Ciudad de México)

Un taxista casi la atropelló. Al reclamarle el tipo se bajó y se hicieron de palabras. Él terminó escupiéndole. En la esquina había una estación de policía y ella decidió ir a denunciarlo. Los policías fueron prepotentes y dudaron de su versión. No la dejaron irse y tuvo que llamar a su papá para que fuera por ella. Los policías le pidieron dinero para liberarla.


Mónica (Guerrero)

Ella viajaba junto con su pareja y un tío de él en la carretera cuando un grupo de personas los detuvo. Los golpearon, amenazaron y les quitaron sus cosas. Los subieron a otro vehículo y después de un rato los bajaron y los dejaron atados en una zona que no conocían. Les dijeron que alguien estaba cuidándolos y que no se movieran de ahí. Como pudieron se desamarraron y cuando vieron que no había nadie se fueron y pidieron ayuda.

Un abogado les ayudó a poner la denuncia en la Fiscalía del Estado, sin embargo, también tuvieron que ir al Ministerio Público local para poner la denuncia por el robo del auto. Ahí les pidieron identificaciones oficiales, que les habían robado y papeles del auto que no tenían a la mano por ser de madrugada. El trato fue prepotente y malo. Nunca se detuvo a nadie.


Jessica (Ciudad de México)

En dos ocasiones ya había puesto una denuncia en el Ministerio Público, la primera por el robo de su bicicleta y la segunda por robo en su casa, ninguna había dado resultados. Sin embargo, cuando empezaron a llegarle correos amenazadores y con información privada, decidió volver a levantar una denuncia.

Se asesoró con una abogada y le recomendó presentar su denuncia por escrito, así se aseguraba que no fuera modificado su testimonio. La atención no fue mala pero nunca sintió le pusieran mucha atención. Le dijeron que si no hay violencia no había mucho por hacer, que no era delito. Su caso nunca se resolvió. Su acosador aún le manda mensajes, aunque ya pasaron muchos años.


Pilar (Ciudad de México, segunda parte)

Tras mudarse a Ciudad de México, Pilar ya había sufrido un robo en su departamento. Tras cambiar a otra colonia pensó estar más segura. Un día estaba andando en bicicleta cuando un tipo le hizo señas e intentó tirarla de la bicicleta. Ella saltó e intentó alejarse del hombre que era mucho más alto y fornido que ella. Intentó golpearla y ella empezó a gritar, lo que ayudó a que un hombre saliera de un restaurante y enfrentara al ladrón. 

El sospechoso intento huir primero en la bicicleta y luego a pie, se quitó una chamarra e intentó pasar desapercibido. Dos policías lo detuvieron y lo llevaron con Pilar. Le preguntaron si quería denunciarlo y ella aceptó. Por segunda vez en su vida, volvió a subirse a una patrulla en donde viajaba un hombre que minutos antes había intentado asaltarla y golpearla.

Pasó horas en el Ministerio Público y de nuevo los policías se acercaron a ella. Le dijeron que seguramente saldría libre, a menos que ella cambiara su declaración y dijera que el tipo la había golpeado. Ella aceptó. Pasó con el médico para que la revisara y coincidió que traía un moretón del gimnasio. Le dijeron que la llamarían para que ratificara su declaración, nunca lo hicieron. 

Días después se encontró a su asaltante a dos cuadras de su casa comiendo una torta. Se alejó de ahí con miedo de que la hubiera visto. Semanas después lo volvió a ver por la zona.

Ella ahora sí sabe en que acabó su caso, en impunidad…

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