La violencia también entró en Fase 3

violencia fase 3

Héctor de Mauleón

“Ni siquiera porque existe esta situación del coronavirus se ha calmado; no vengan ahora a decir ‘estamos entregando despensas’, mejor bájenle y piensen en sus familias… si me están viendo o escuchando, hay que tener amor a la vida, es lo más sublime, es una bendición”, dijo en su “mañanera” del lunes 20 de abril el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Se refería a las cifras de horror del domingo 19, un día siniestro en el que se habían cometido, en solo 24 horas, 105 homicidios dolosos.

Ese día, la noche había caído sobre todo en el Estado de México (12 homicidios), Chihuahua (10), la CDMX y Guanajuato (con 9 asesinatos respectivamente).

En Guerrero, Zacatecas, Jalisco, Nuevo León y Sonora sumaron aquel domingo 27 homicidios.

Ese día se registraron en el país 28 asesinatos más que el día anterior: por quinta vez en cuatro meses los homicidios en México pasaban de 100 en un día.

Las propias cifras del gobierno mostraban que el 19 de abril era el día más violento en lo que iba del año.

“Mejor bájenle”, dijo el presidente, quien volvió a apelar a los buenos sentimientos y recomendó a los narcos que tuvieran amor a lo más sublime: “la vida”.

No habían pasado siquiera 24 horas, cuando “el día más violento en lo que va del año” quedó convertido en parte del pasado.

Porque el lunes 20 la muerte se soltó de nuevo.

En otra jornada de terror, un río de sangre atravesó el país de estado a estado. Dejó 16 muertos en Guanajuato, 11 en Jalisco, 11 en Michoacán, 9 en Guerrero, 9 en el Estado de México, 7 en Sonora, 5 en Chihuahua, 5 en Puebla y 5 en Baja California…

En total, 114 homicidios.

Una vez más había llegado “el día más violento en lo que va del año”, según los datos del Informe de Seguridad diario emitido por el propio gobierno de AMLO.

El informe de homicidios de estos dos días describe cuáles son actualmente las zonas más críticas del país, en donde la guerra entre grupos del crimen organizado no ha hecho sino escalar y recrudecerse sin freno.

En buena parte, los 219 muertos que dejaron esos días vinieron de Guanajuato, el Estado de México, Chihuahua, Guerrero, Michoacán, Jalisco y Sonora.

Las escenas de violencia se sucedieron en esas 48 horas. En Guanajuato, medios locales reportaron la ejecución de cuatro personas en el interior de una tienda de Salamanca. De este ataque, realizado el domingo en las primeras horas de la noche, resultaron además tres personas heridas. Las autoridades atribuyeron los hechos a un cobro de cuentas entre narcomenudistas.

Esa misma noche, cuatro integrantes de una familia fueron masacrados en una casa de la colonia Las Hilamas de León, en Guanajuato. Ocho personas perdieron la vida en solo dos horas.

El 19 y el 20 de abril dejaron en aquella entidad 25 muertos en menos de 24 horas: casi el 10 por ciento del total nacional.

En el Estado de México, desde los últimos días de la semana se comenzó a detectar un repunte en la incidencia delictiva. En los últimos siete días, entre el 13 y el 20 de abril el homicidio doloso cobró 69 víctimas. La incidencia iba declinando, pero hacia el fin de semana volvió a repuntar de manera importante.

Las muertes ocurridas el 19 y el 20 de abril sucedieron sobre todo en regiones en donde el Cártel Jalisco Nuevo Generación ha abierto frentes de guerra. La organización dirigida por Nemesio Oseguera, El Mencho, disputa corredores criminales en Guanajuato, Estado de México, Guerrero, Michoacán y Jalisco. Entre los grupos criminales con los que hoy se halla en guerra sorda figuran la Familia Michoacana y el Cártel de Santa Rosa.

En el reporte de violencia histórica del gobierno federal, se leen también las guerras de La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez, y el Cártel de Sinaloa.

Nada ha cambiado la llegada del Covid-19 y el enclaustramiento de gran parte de la sociedad. Nada cambiarán las recomendaciones sentimentales, y con supuesta carga moral, del presidente de México. La violencia está peor que nunca. También ella ha entrado en su Fase 3. Resulta terrible tener que admitirlo en un país que lleva casi 15 años sumergido en sangre.

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